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lunes, 19 de noviembre de 2012

EL PENSAMIENTO EDUCATIVO DE JAIME TORRES BODET


En los 50 años de la Revolución Mexicana
Hace casi cincuenta años México celebró el cincuentenario de la Revolución
Mexicana. El presidente era Adolfo López Mateos y el secretario de educación Pública Jaime Torres Bodet. Entre otros grandes festejos conmemorativos
el Fondo de Cultura Económica, entonces en manos de Arnaldo Orfila Reynal,
un editor de enorme estatura, publicó una serie de cuatro volúmenes: México:
cincuenta años de Revolución, la Economía, la Cultura, la Vida Social, la Política.
Fueron escritos por los mejores intelectuales, los más prestigiados, los de mayor
obra, todos ellos especialistas. La parte dedicada a la educación y la cultura fue
prologada por el poeta Jaime Torres Bodet. Vale la pena de reproducir su texto
y percatarnos de que se ha perdido un país que buscaba su ruta propia y que
iba de éxito en éxito en más de un aspecto. Hoy el país está al garete. Felipe
Calderón, ciertamente tiene problemas, es un presidente acosado por sus enemigos, pero ello no vale como disculpa para no darle al país la certeza de un
camino hacia el éxito. Con un gabinete deplorable, con personajes de escasos
méritos en la SEP y en el CONACULTA , hemos perdido grandeza y la posibilidad de
darle poderío a la educación y la cultura. Sería ridículo comparar a los titulares
de estas dependencias con la figura extraordinaria de Torres Bodet, pero al
menos podríamos esperar algunos proyectos renovadores y no sólo discursos y
acciones que los muestran de cuerpo entero: ignorantes y con una arrogancia
digna de mejores causas.
El Búho
entera, lo mismo en el seno de la familia, de la ciudad
y de la República, que en el plano de una convivencia
internacional digna de asegurar la igualdad de derechos de todos los hombres. Veamos lo que procede
hacer para conseguirlo merced a la educación.
I. Necesidad de la instrucción elemental
La obligación primera que debe cumplir cualquier
sistema público de enseñanza, es lograr que nadie
carezca de ese indispensable mínimo cultural que
es la escuela primaria completa, del primero hasta
el sexto grados. Alcanzar este fin supone aumentar el
número de aulas, formar y pagar más maestros y
enfrentar adecuadamente el hecho de que, por razones principalmente económicas, centenares de miles
de niños mexicanos abandonen la escuela en los primeros grados.
El llamado Plan de Once Años tiene dos metas
complementarias: aumentar en todas partes las oportunidades de inscripción en el primer grado, y crear
sucesivamente los grados superiores que faltan aún
en la mayoría de las escuelas rurales de la República.
Lo anterior implica construir en ese periodo 11,825
Introducción
Al considerar los objetivos que la Constitución señala a la educación, pensamos en el tipo de mexicano
que habremos de preparar en nuestros planteles. Un
mexicano en quien la enseñanza estimule la diversidad
de las facultades del hombre: comprensión, sensibilidad, carácter, imaginación y creación. Un mexicano dispuesto a la prueba moral de la democracia.
Un mexicano interesado en el progreso de su país. Un
mexicano resuelto a afianzar la independencia política y económica de la patria con su trabajo, su energía, su competencia técnica, su espíritu de justicia y
su ayuda cotidiana y honesta a la acción de sus compatriotas. Un mexicano, en fin, que sepa ofrecer su
concurso a la obra colectiva –de paz para todos y de
libertad para cada uno– que incumbe a la humanidadnuevas aulas en las ciudades, para el trabajo en dos
turnos, y 27,440 en el campo, de un turno, y crear
23,650 plazas de profesores para las zonas urbanas y
27,440 para las rurales.
El Plan ha principiado a ejecutarse. De septiembre de 1958 a septiembre de 1961 las inscripciones
en las escuelas primarias federales han aumentado en
1’005,118.
Por lo que se refiere a los maestros, el Plan de
Once Años prevé el aumento de los titulados y la eliminación de los improvisados a los que hay que capacitar después. Hasta 1959 el promedio anual de maestros graduados fue de 3 mil. El que prevé el Plan es
de 4,250 durante el quinquenio 1960-64 y de 4,975
durante el sexenio inmediato posterior.
Se han fundado (1960) dos Centros Regionales de
Enseñanza Normal, con capacidad, cada uno de ellos,
para 500 alumnos en cada uno de los tres grados profesionales. Pero más importante aún que erigir aulas
(y más costoso, sin duda) es hacer maestros, buenos
maestros. Porque nada podrá remplazar al maestro
competente y bien orientado. Los métodos más
modernos –incluso los auditivo-visuales como la radio, el cinematógrafo y la televisión– son auxiliares
excelentes; pero todos suponen, para el aprendizaje
correcto del educando, la existencia del maestro, sus
explicaciones previas, sus comentarios y sus virtudes
de persuasión.
En cuanto a los nuevos programas de educación
primaria, están concebidos en función de las necesidades vitales del niño y de la sociedad “mediante actividades que propendan al desenvolvimiento integral
de una personalidad inspirada en un fuerte sentido
social y, por lo mismo, en la promoción de los valores
morales”. El Comité Directivo del Consejo Nacional
Técnico de la Educación, en el informe suscrito el
21 de enero de 1960, manifestó su preocupación por
lograr “que la educación contribuya al desarrollo
biológico de la infancia y de la juventud, tanto como
al desenvolvimiento de su personalidad, de acuerdo con sus características esenciales”. “De allí –agregó el Comité– las continuas referencias (los planes
y los programas propuestos) a la defensa de la vida y
de la integridad física, a la protección de la salud, a la
aplicación de la higiene mental, a la superación del
ambiente social y a la acomodación de la escuela a
los intereses y necesidades del alumno: sólo de este
modo se puede promover su actividad, su espontaneidad, su responsabilidad y la formación de su carácter.”
Para la educación rural se ha proyectado un nuevo
tipo de aula provista de mobiliario, de una pequeña
biblioteca, de útiles de labranza para prácticas escolares, de un aparato de radio y de un proyector de vistas
fijas. Se han construido 5,149 a la fecha, de las cuales
1,246 tienen anexa una casa para el profesor.
El aumento de plazas de maestros para las zonas
rurales nos ha permitido ir formando grupos de tercero, cuarto, quinto y sexto grados en 2,199 planteles
que no podían hasta ahora impartir sino las enseñanzas correspondientes al primero, al segundo y al tercer años.  Estamos resueltos a continuar esta labor a
fin de ir convirtiendo en escuelas de ciclo completo
aquéllas que habían funcionado más bien como agencias de preparación elemental. Sin embargo, la solución del problema de la deserción escolar no depende
exclusivamente de las medidas que adopte la Secretaría de Educación Pública. Por consiguiente, hemos insistido a fin de que en los nuevos planes
se tome en cuenta la realidad de esa deserción y se
IIprocure dar a los primeros cuatro grados de la escuela primaria una unidad formativa fundamental. No es
nuestro propósito, en manera alguna, detenernos en
una escuela primaria de cuatro años; ni siquiera instalarnos provisionalmente en el nivel de esa escuela
breve, sino esforzarnos por no dejar a los desertores
–que son gran número– tan desvalidos como lo están
en la actualidad.
II. Mejoramiento de la enseñanza primaria
No obstante el esfuerzo que representan las labores que he intentado sintetizar en los párrafos precedentes, será menester  –durante años– una actividad
coordinada para la educación extraescolar de los ni-
ños todavía no inscritos en los planteles y de los
adultos que no fueron jamás a ninguna escuela. Uno
de los obstáculos con que tropezará el Plan de Once
Años reside en el gran número de pequeñas comunidades en las que es difícil establecer planteles primarios de integración normal dentro del sistema. Para
hacer frente a dificultades de esa naturaleza, se requiere –en la mayoría de los casos– intentar la educación fundamental de toda la población.
La aplicación del Plan de Once Años no puede, en
las actuales circunstancias de nuestro país y del
mun do, ser razón suficiente para incitar a un desistimiento de México en cuanto atañe a los demás ciclos educativos. La extensión y el mejoramiento de la III
Cocoenseñanza primaria constituyen sin duda un compromiso fundamental. Pero, imprescindibles como lo son,
no bastarán por sí solos para formar a todos los agricultores expertos y todos los obreros calificados que
demandan los campos y las industrias y, mucho menos, a los profesionales, a los investigadores y a los
técnicos llamados a renovar y perfeccionar los “cuadros” superiores indispensables no solamente al bienestar material y al progreso de nuestro pueblo, sino al
desarrollo genuino de su cultura.
III. La reforma de la segunda enseñanza
En 1926 existían cuatro escuelas de segunda enseñanza federales con 3,860 alumnos; hoy existen 346 con
118,551 alumnos, sin contar las particulares, las estatales, los ciclos de iniciación universitaria de las instituciones de cultura superior, las escuelas prevocacionales y los ciclos de educación media que forman
parte de los diversos Institutos Tecnológicos Regionales.
Sin embargo, la segunda enseñanza requiere con
apremio mayor expansión y una adaptación más concreta a los requerimientos de la República.
Resulta evidente que no es posible para el Estado afrontar y resolver todos los problemas econó-
micos que implica el aumento a un ritmo adecuado de
los medios para la educación, desde el jardín de niños
hasta la universidad. Como ha dicho el presidente
López Mateos, “los sindicatos, las empresas, las grandes organizaciones civiles, deben considerar que les
incumbe en esta materia una responsabilidad creciente e indeclinable, que –para ser eficaz – ha de ajustarse
a las disposiciones de nuestras leyes”.
IV
Mónica PolinPara centrar la educación secundaria en su más
importante función  –la formación de la adolescencia–
procede completar la revisión del plan de estudios, de
los programas y de los métodos pedagógicos, robusteciendo algunas constantes: el conocimiento de las
matemáticas que enseñan a pensar con lógica y precisión; el de nuestro idioma, que asegura la claridad y la
firmeza de la expresión oral y escrita; el adiestramiento práctico, que sólo se obtiene mediante el trabajo
directo en los laboratorios y en los talleres; la educación física, que vigoriza el cuerpo, y, como base
y coronamiento a la vez de toda la estructura, la educación cívica, que esclarece la voluntad de una participación justa en los deberes de la solidaridad humana, nacional e internacional. Simultáneamente, una
buena y clara información acerca de la geografía y
la historia de su país y del mundo, conocimientos sustanciales y actualizados sobre las ciencias biológicas y fisicoquímicas, el aprendizaje de alguna lengua
extranjera y una efectiva oportunidad de expresión
estética.
El nuevo plan propuesto por la Secretaría de
Educación Pública y aprobado en 1960, se inspira en
un propósito de orientación, de modo que el educando vaya de las copiosas observaciones y experiencias
al pensamiento sistemático y preciso, y de éste a la
expresión concreta, oral y escrita.
En lo anterior se fundan tres aspectos del plan de
estudios: 1) el carácter eminentemente orientador y
de servicio social que adquiere el civismo, al aparecer
como actividad en el primero y en el segundo años;
2) la sólida formación cultural que implica un curso de
Civismo en tercer año, como coronamiento de actividades y enseñanzas que el alumno ha tenido en su
educación primaria y en los dos años de secundaria, y
3) la introducción de un curso de Historia del siglo XX
que completará la orientación del alumnado y lo capacitará, merced a la introducción del método de seminario que se sugiere para su desarrollo, a fin de adquirir una actitud consciente, y en su oportunidad, tomar
una participación activa en las grandes causas de su
Patria y de la Humanidad.
Procede evocar aquí el papel importante que
desempeña la Escuela Normal Superior. En ella se preparan los maestros en las diversas especialidades que
implica la segunda enseñanza. Tiene actualmente una
población escolar de 1,684 profesores-alumnos en sus
cursos rurales y de 1,651 más en sus cursos de verano y de invierno para profesores foráneos.
En menor número que las escuelas secundarias, funcionan los 41 planteles federales (con 24,024
alumnos) que nuestro sistema designaba como “de
enseñanzas especiales” (llamadas ahora escuelas técnicas, industriales y comerciales) y que abarcan estudios orientados al trabajo comercial, industrial y de
artesanías. La evolución de nuestro país necesita muchos obreros calificados y técnicos subprofesionales.
A satisfacer tal necesidad deben tender cada día más
estas escuelas cuyos programas integran, con la preparación académica más sencilla, el ejercicio de habilidades prácticas y la posesión de conocimientos tecnológicos
suficientes para que los educandos puedan desempeñar
una función verdaderamente útil y convenientemente
remunerada. Predominan los alumnos inscritos en los cursos de preparación técnica elemental (56.7 por ciento) y de
comercio (28.8 por ciento). En los de corte y confección, la
matrícula representa el 14.5 por ciento del total.
IV. La enseñanza universitaria
A partir del año de 1929 en que la Universidad Nacional
Vde México obtuvo su autonomía, una gran parte de nuestras universidades han optado por un régimen similar.
Pero en un país de escasos recursos y en el que la iniciativa privada (salvo excepciones honrosas) no siente aún
como una de sus responsabilidades mayores la de sostener desinteresadamente las instituciones de cultura
superior, la autonomía subsidiada por el Estado se ha
vuelto una fórmula inevitable.
El gobierno federal ha empezado a buscar un
equilibrio más justo entre las sumas destinadas a los
establecimientos del Distrito Federal y los que trabajan en los Estados. Urge luchar contra la centralización excesiva de la educación superior. La mayor parte
de los profesionales y de los maestros se forman en la
ciudad de México. Y muchos de estos no proceden
siquiera de la población capitalina. Son jóvenes nacidos en provincia, que se trasladan a México, y que
raras veces regresan  –después de graduarse– a sus
lugares de origen. Este lamentable fenómeno implica
una macrocefalia cultural que debilita a nuestra provincia y que acumula en la sede de los Poderes de la
Unión a legiones cada vez más compactas de competidores sin esperanza.
Además de la ayuda que por todos conceptos
merece la Universidad Nacional Autónoma de México,
importa robustecer a las Universidades de los Estados.
A ello consagraremos un esfuerzo mayor en lo sucesivo. Pero hay también que reconocer con entereza:
esas Universidades ganarían mucho en profundidad
si admitieran precisar en amplitud los límites de su
acción; es decir, si desarrollaran solamente en su seno
ciertas escuelas o facultades, articulándose con otras
instituciones (de la misma región geográfica o econó-
mica) a fin de que las facultades y escuelas de todas
las así articuladas cubrieran, en conjunto, la perspectiva de las diferentes disciplinas de estudio.
Muchas Universidades no podrán desenvolverse
simultáneamente y al mismo ritmo, mientras no configuren, de común acuerdo, esa coordinación nacional. El ideal consistiría en que organizaran sus trabajos de modo de lograr que cada una formase parte de
algún sistema en que figuraran tres, cuatro o cinco
establecimientos complementarios. Tendríamos así,
además de la Universidad Nacional Autónoma, cinco
o seis constelaciones regionales de casas de estudio
superior. Estimo que esa integración regional (en la
que cada Universidad podría distinguirse en determinadas tareas de formación de profesionales o de
investigadores) no es imposible y resultaría provechosa.
Una planeación nacional es por todos conceptos
recomendable y la Secretaría de Educación Pública se
halla dispuesta a participar en los trabajos que fuese necesario emprender con tal objetivo.
V. La enseñanza artística
Los jóvenes con vocación y aptitud de augurar una
genuina creación estética ofrecen siempre características psicológicas especiales, que imponen a quien se
esfuerza por orientarlos el deber de un tacto muy cuidadoso, pues  –para el desarrollo de sus cualidades
profundas– suelen ser tan dañinos la indiferencia del
maestro como el exceso de la influencia personal que
pretenda ejercer sobre sus discípulos. Además, esos
jóvenes no necesitan tan sólo que se les proporcionen
los medios técnicos adecuados al desarrollo de su
talento, sino que, en la medida de lo posible, se suscite un ambiente social propicio para sus futuras actividades profesionales.
En esta materia, el Instituto Nacional de Bellas
Artes tiene que enfocar su acción en dos direcciones.
VIPor una parte, debe organizar, patrocinar y alentar
conciertos, exposiciones, concursos, conferencias, publicaciones, representaciones teatrales, funciones de
danza y espectáculos que mantengan, depuren y eleven el gusto del público. Merced a esa labor, ha de
ofrecer oportunidades a nuestros artistas para darse
a conocer y para conocer y apreciar el trabajo de sus
colegas más distinguidos del país o del extranjero.
A esta educación indirecta (que, en cierto modo,
para llegar al artista, pasa por el espectador o por
el oyente) es preciso agregar la enseñanza directa
de las técnicas necesarias, desde los grados elementales de la educación escolar hasta los planteles superiores.
Ni las escuelas de danza o de arte teatral, ni las de
artes plásticas, ni las de música –indispensables como
todas lo son– podrán reemplazar ese prodigioso
descubrimiento que el artista en potencia hace de sí
mismo frente a las realizaciones mejores de la cultura
humana. Conviene, por consiguiente, en todas las formas de enseñanza –y singularmente en ésta– integrar
el aula y la vida, procurando establecer el más estrecho contacto entre las escuelas y las galerías, los teatros y las salas de concierto.
Dentro de los cortos medios presupuestarios de
que dispone, no es poco lo que ha hecho hasta ahora
el Instituto Nacional de Bellas Artes. No citaré aquí, en
detalle, las exposiciones que ha organizado y patroci- VII
Elihu MalcoVIII
nado, los espectáculos que han sido presentados por
su labor directa o bajo su auspicio, la calidad que han
alcanzado la orquesta sinfónica y algunos conjuntos
corales y de ballet. Me referiré en cambio, porque
lo conoce probablemente menos el lector de la capital,
al esfuerzo que ha venido desarrollando el Instituto
desde hace años a fin de no restringir sus actividades
al marco de la ciudad de México. Más de 30 institutos
regionales y escuelas de arte funcionan en otros tantos puntos de la República. Esta descentralización
es indispensable y nos empeñaremos en confirmarla
y en acentuarla conforme a un sistema que nos permita
no incurrir en improvisaciones de consecuencias infortunadas.
VI. Conclusión
Han transcurrido más de quince años desde el día en
que terminé un estudio sobre la educación en nuestro
país con estas palabras que, en un peldaño más alto
de nuestro ascenso colectivo, me parecen válidas
todavía: “Sería estéril perder el ánimo ante las dificultades y sería injusto desconfiar de nuestra aptitud
nacional para superarlas. México está asumiendo cabal conciencia del abismo que media entre prometer
educación para todos y dar a todos educación. Percatarse con claridad del obstáculo implica ya una esperanza para vencerlo.” Y ese obstáculo, con la energía y el patriotismo de todos, nuestro pueblo  –a la
postre– lo vencerá.

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