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lunes, 19 de noviembre de 2012

EL PENSAMIENTO DE JAIME TORRES BODET


EL PENSAMIENTO DE JAIME TORRES BODET:
UNA VISIÓN HUMANISTA
DE LA EDUCACIÓN DE ADULTOS
ALFONSO RANGEL GUERRA
Jaime Torres Bodet ocupa un sitio prominente en la historia de la cultura mexicana
del siglo veinte. Hombre de letras toda su vida y entregado desde la juventud a
la función pública; miembro del servicio exterior primero, después Subsecretario
de Relaciones Exteriores, Secretario de Educación Pública en dos ocasiones, de
1943 a 1946 y de 1958 a 1964; Secretario de Relaciones Exteriores; Director de la
UNESCO de 1948 a 1952; Embajador de México en Francia, dejó una huella perdurable
en su paso por todos estos cargos. Coordinó la nueva redacción y seguramente
fue el hacedor principal, del texto del Artículo Tercero Constitucional aprobado
por el Congreso en el año de 1944, con el que se superó un conflicto de
varios años por el establecimiento que el anterior hacía de la educación socialista,
texto que se ha mantenido sin cambios en la parte conceptual que define y precisa
la naturaleza y fines de la educación mexicana; al frente de la UNESCO logró para
esta institución un impulso en sus acciones y presencia en los países llamados
luego del tercer mundo o en vías de desarrollo; animador y ejecutor, en 1958, del
Plan de Once Años, primer esfuerzo nacional de planeación educativa en México;
creador de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito; creador del
Museo de Historia en Chapultepec y del Museo Nacional de Antropología e Historia,
la Pinacoteca del Virreinato y de otras muchas instituciones y promotor y
realizador de acciones que sería largo enumerar; autor, además, de una obra poética,
narrativa y ensayística que lo sitúa entre las figuras prominentes de las letras
mexicanas del siglo pasado, su herencia continúa ofreciendo frutos en beneficio
del país y de las nuevas generaciones de mexicanos.
Jaime Torres Bodet nació en la ciudad de México el 17 de abril de 1902. Su vida
mostró, muy tempranamente, la vocación poética y literaria y una clara orientación
hacia el servicio público y las tareas intelectuales. Cursó las primeras letras
en la escuela primaria anexa a la Escuela Normal y tiene apenas 16 años cuando
termina sus estudios en la Escuela Nacional Preparatoria, para continuarlos en la
de Jurisprudencia. Al cumplir diecinueve años, apenas tres después de haber sali10
REVISTA INTERAMERICANA DE EDUCACIÓN DE ADULTOS, NÚM. ESPECIAL, 2002.
do de la Escuela Nacional Preparatoria, es designado secretario de ésta. Es el año
de 1921, fecha en que se crea la Secretaría de Educación Pública, del que es
primer titular José Vasconcelos, quien desde un año antes estaba al frente de la
Universidad Nacional. José Vasconcelos nombra al joven Torres Bodet como su
secretario particular y la cercanía con esta importante figura de la cultura nacional
debió dejar huella en el espíritu del joven, que ya empezaba a despuntar en la
creación poética. "Quien no lo haya tratado en esos días de 1921 –escribió años
después Torres Bodet sobre José Vasconcelos– no tendrá una idea absolutamente
cabal de su magnetismo como ‘delegado de la revolución’ en el ministerio. La
juventud vibró desde luego ante su mensaje, de misionero y de iluminado."1 Un
año después, en 1922, Torres Bodet pasa a la jefatura del departamento de Bibliotecas
de la Secretaría de Educación Pública, donde permanece tres años; aquí
participó en la revista El libro y el pueblo. Ese mismo año fue fundador y codirector,
con Bernardo Ortiz de Montellano, de la revista literaria La falange.
En los primeros años juveniles Jaime Torres Bodet dedica sus inquietudes a la
poesía. Cuando en los años de madurez recoge en sus Memorias aquellas experiencias
casi infantiles, el recuerdo de un juicio que le mereció un poema suyo de
parte de su maestro de poesía en la Preparatoria, Enrique Fernández Granados,
escribe: "¡Ser un hombre de letras! Aun cercada entre admiraciones, la exclamación
no contiene sino una parte muy débil de mi esperanza a los doce años."2 La
vocación lo conduce por el camino de las letras. En 1924 el doctor Bernardo J.
Gastelum, designado Jefe del Departamento de Salubridad (antes de convertirse
en secretaría), nombró a Torres Bodet su secretario particular. Sólo el año anterior,
en 1924, había publicado tres libros de poesía. Imparte clases en la Escuela
Nacional Preparatoria y en la de Altos Estudios. En 1928 participa en la creación
de la revista Contemporáneos y ese mismo año renuncia a su trabajo en Salubridad,
presenta examen para su ingreso al servicio exterior y parte a España como
tercer secretario de la Legación de México. Pasa después a La Haya, París,
Buenos Aires y Bruselas. Son diez años de actividad en el servicio exterior y en la
capital de Bélgica lo sorprende la segunda guerra mundial. Es el año de 1940,
regresa a México e interrumpe su carrera diplomática. Ese mismo año, el presidente
Manuel Ávila Camacho lo designa Subsecretario de Relaciones Exteriores.
Permanece en el puesto hasta fines del año de 1943, pues el presidente lo designa
Secretario de Educación Pública, sustituyendo al militar y abogado Octavio Véjar
Vázquez. Empieza, en la vida de Jaime Torres Bodet, la larga etapa dedicada a la
1 Jaime Torres Bodet, Memorias, Tiempo de arena, Ed. Porrúa, México, vol. I, p. 83.
2 Ibid, p.37.
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EL PENSAMIENTO DE JAIME TORRES BODET
educación y la cultura, que salvo los dos años en que fue Secretario de Relaciones
Exteriores, de 1946 a 1948, y Embajador de México en Francia, de 1955 a 1958,
se continúa hasta el año de 1965, cuando concluye su desempeño, por segunda
ocasión, como Secretario de Educación Pública en el gobierno de Adolfo López
Mateos, después de haber sido Director General de la UNESCO de 1948 a 1952.
Cuando Jaime Torres Bodet llega a la Secretaría de Educación Pública en 1943,
tiene cumplidos 41 años de edad. En este momento de madurez física e intelectual,
su obra literaria cuenta ya con 18 libros publicados: diez de poesía, siete de
novelas y relatos y uno de crítica literaria. Puede decirse que su paso por la poesía
y la narrativa ha afinado su sensibilidad y le ha permitido poseer una visión amplia
sobre las situaciones humanas y sociales de la existencia, de modo que esta visión
y esta sensibilidad orientan ya su actitud como servidor público. Aunque no abandona
las letras al dedicar su vida a la tarea pública, se reduce notablemente su
presencia en la creación literaria de esos años. De sus muchos libros de poesía,
Los días, publicado en México en 1923, contiene un breve poema que pareciera
premonitorio, si se considera la dedicación posterior de su vida. Este breve poema
dice:
Estoy solo. Mañana va a empezar la cosecha.
Tras un año fecundo, la alegría esperada...
Un agrio viento silba por mi ventana estrecha
y pienso, entre la sombra: Yo no he sembrado nada...3
Su tiempo de sembrar llegó finalmente. Jaime Torres Bodet dice al respecto:
Transcurrieron los años. La vida me impuso otro género de deberes. Participé en la Administración:
primero como Subsecretario de Relaciones Exteriores; después, de diciembre de 1943
a noviembre de 1945, como Secretario de Educación Pública y, de diciembre de 1946 a
noviembre de 1948, como Secretario de Relaciones Exteriores. La poesía cobró, en mi existencia,
un significado sumamente distinto: se volvió acción.4
Torres Bodet ocupó el cargo de Secretario de Educación Pública el 24 de diciembre
de 1943. La tarde del último día de ese año, viernes, Torres Bodet paseó por
los patios de la secretaría. Se había demolido la galería central que separaba las
alas sur y norte del edificio. Hoy, esa galería existe y la escalera central que
3 Jaime Torres Bodet, Los días, Ed. Herrero, México, 1923, p. 160.
4 Emmanuel Carballo, Protagonistas de la literatura mexicana, "Sepan cuantos...", núm. 140,
Ed. Porrúa, México, 1994, pp. 231-232.
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REVISTA INTERAMERICANA DE EDUCACIÓN DE ADULTOS, NÚM. ESPECIAL, 2002.
conduce al segundo piso, fue mandada reconstruir por Torres Bodet. El paseo de
ese día último de 1943 lo cuenta él mismo en sus Memorias y la reflexión que
acompaña a ese recuerdo, merece nos detengamos en ella: "La obra no se inició
sino meses más tarde. Si aludo a ella, en estos momentos, es porque la noche que
sentí la urgencia de comenzarla me dio una objetiva noción de lo que iba a ser mi
destino, durante años: rehacer la secretaría, tratar de darle un sentido de enlace
humano y de unión patriótica; evitar las discordias políticas y las inútiles controversias;
asociar los extremos que amenazaban ruina; ligar de nuevo, con una
afirmación de esperanza, el norte y el sur de todas las inquietudes, y hacer –de
cuanto lográsemos reparar– una escalinata afectiva, para el ascenso de nuestro
pueblo hacia planes más elevados y resistentes, más libres y más dichosos."5
Cuando el general Manuel Ávila Camacho llega a la presidencia, el país tiene 19
millones 649 mil habitantes. De estos, sólo tres millones 928 mil eran población
urbana y el resto, o sea 15 millones 721 mil, eran población no urbana. El analfabetismo
alcanzaba ese año (entonces se cuantificaba esta población a partir de los
seis años de edad) un promedio de 47.88 %, que en números absolutos era una
población de casi nueve millones y medio de personas. Ante esta situación, es
fácil entender que la acción de la Secretaría de Educación Pública debía orientarse
necesariamente hacia las mayorías, con especial atención a la población marginada
e indígena. Jaime Torres Bodet fue consciente de ello desde el momento
de tomar posesión de su cargo y pocos meses después ya trabajaba en la Campaña
Nacional contra el Analfabetismo. Sin ser obviamente la única tarea, cobró
prioridad en los años en que estuvo al frente de la secretaría, dándole un gran
impulso a este esfuerzo. Pero no se limitó a esto, pues obtuvo del presidente Ávila
Camacho que esta campaña se apoyara en una ley. Esto ocurrió apenas nueve
meses después de ocupar Torres Bodet el cargo de Secretario de Educación.
Así resume el crítico Emmanuel Carballo las actividades de Jaime Torres Bodet
en 1944:
Año fundamental en la vida de Jaime Torres Bodet como Secretario de Educación. El 3 de
febrero inaugura las labores de la Comisión Revisora y Coordinadora de Planes Educativos,
Programas de Estudio y Libros de Texto, el 23 de abril preside en Saltillo el Congreso de
Educación Normal, el 10 de julio coloca la primera piedra del edificio destinado a la Escuela
Normal Superior, el 21 de agosto expide el presidente Ávila Camacho la Ley de Emergencia
que estableció la Campaña Nacional contra el Analfabetismo. El 27 de septiembre inaugura en
el Castillo de Chapultepec el Museo Nacional de Historia. Ese mismo año se sentaron las
bases para la constitución del Comité Administrador del Programa Federal de Construcción
5 Jaime Torres Bodet, Memorias. Tiempo de arena, Ed. Porrúa, México, vol. I, pp. 242-243.
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EL PENSAMIENTO DE JAIME TORRES BODET
de Escuelas, así como las del Instituto Federal de Capacitación del Magisterio, inaugurado el
19 de marzo de 1945. Además, empezó a publicarse la Biblioteca Enciclopédica Popular, que
editó más de 120 números al precio de 25 centavos por ejemplar.6
En este sorprendente conjunto de actividades destaca la Ley de Emergencia que
puso en marcha la Campaña Nacional contra el Analfabetismo. En esta ley se
estableció como obligación que todo mexicano mayor de 18 años y menor de 60,
que supiera leer y escribir, enseñara a leer y escribir a otro compatriota que no
supiera hacerlo. De los casi nueve millones y medio de analfabetos, se consideraron
aparte los mayores de 40 años y los indígenas monolingües, sujetos a acciones
especiales, que sumaron casi tres millones y medio; del resto, o sea un poco
menos de seis millones, al concluir el gobierno del general Ávila Camacho y el
desempeño de Torres Bodet como Secretario de Educación Pública, se atendieron
mediante esta campaña un poco menos de millón y medio, o sea un 25 % del
total nacional de analfabetos. En su informe de labores al concluir su gestión,
afirmó Torres Bodet:
Saber leer y escribir no equivale, sin duda, a haber seguido paso tras paso un ciclo completo
de educación. Saber leer y escribir constituye un mínimo, un estricto mínimo. Por eso precisamente,
porque es un mínimo –pero un mínimo que, por cierto, no ha logrado obtenerse por
igual para todos los mexicanos, estimamos indispensable plantear la cuestión en términos
nacionales. No hay problema social que no rescate como raíz recóndita la ignorancia. El
alcoholismo, la criminalidad, la mendicidad y el desarrollo precario de la agricultura y de las
industrias pueden atribuirse a muchos orígenes; pero en todos estos orígenes hallaremos, más
o menos cercana, presente siempre, una sombra dramática: la incultura.7
Al concluir su desempeño como Secretario de Educación Pública, Jaime Torres
Bodet fue invitado por el presidente Alemán a ocupar el cargo de Secretario de
Relaciones Exteriores. Esta responsabilidad se limitó a dos años, pues el Consejo
Ejecutivo de la UNESCO acordó el 23 de noviembre de 1948 proponer oficialmente
a Jaime Torres Bodet como director general de este organismo. Debe recordarse
que en 1945, en su carácter de Secretario de Educación Pública, viajó a Londres
en noviembre para asistir a la Conferencia constitutiva de la UNESCO, encabezando
la delegación mexicana y acompañándolo como miembros de esa Delegación,
José Gorostiza y Samuel Ramos. En esta ocasión fue designado miembro de la
comisión redactora del acta constitutiva del nuevo organismo. La Conferencia
General de la UNESCO lo eligió como Director General en Beirut, Líbano, el día 26
de ese mismo mes y tomó posesión el 19 de diciembre de 1948. En el discurso
6 Emmanuel Carballo, Jaime Torres Bodet, Col. Un Mexicano y su obra, Empresas Editoriales,
México, 1968, p. 136.
7 La obra educativa en el sexenio 1940-1946, SEP, México, 1946, p.47.
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REVISTA INTERAMERICANA DE EDUCACIÓN DE ADULTOS, NÚM. ESPECIAL, 2002.
pronunciado en esa ocasión, Jaime Torres Bodet proclamó su fe en el humanismo:
“La interdependencia mundial, que hoy se impone con caracteres irresistibles, no
tiene sólo lugar en lo político y lo económico. El espíritu y la cultura no son en
modo alguno ajenos a ella. Voces de todos los ámbitos proclaman que marchamos
hacia un nuevo humanismo.” Es evidente que el signo histórico impone características
y orientación a las ideas y conceptos con los que el hombre identifica sus
tareas esenciales y proyecta su acción en el tiempo. Por ello, si el humanismo
clásico estuvo centrado en la inteligencia, Torres Bodet es consciente de que esta
concepción no es suficiente en la mitad del siglo veinte.
La inteligencia –dijo Torres Bodet en esa ocasión– desplegó todas sus potencialidades en la
técnica, en el dominio de la naturaleza por el hombre, pero fue incapaz de mover entre los
hombres resortes eficaces de concordia y de virtud [...] Lo que debe hacerse, por tanto, sin
sacrificar a la inteligencia, es integrarla armoniosamente con otras virtudes humanas que acaso
de otras culturas extrañas a la nuestra podamos aprender. El humanismo clásico se encerró en
otros tiempos en el Mediterráneo; el humanismo moderno no puede tener términos ni fronteras.
Contribuir a plasmar este nuevo humanismo en la conciencia de la humanidad es, por
ventura, el más alto fin de la UNESCO.8
Bajo este aspecto de universalidad, donde el hombre adquiere preeminencia por
su valor esencial como persona, se rigió la conducción de las acciones de Torres
Bodet en la dirección general de la UNESCO. Ésta tenía apenas tres años de vida
y su primer director había sido el inglés Julián Huxley. Cuatro años estuvo Jaime
Torres Bodet al frente de la UNESCO, hasta finales de 1952, y en todo este tiempo
impuso su impronta a la organización. Funcionario infatigable, viajero permanente
para confirmar con su presencia el interés del director general de la UNESCO en
las acciones emprendidas y en las reuniones, conferencias y comisiones impulsadas,
estuvo presente en numerosas situaciones promovidas por el organismo. En
febrero, menos de dos meses después de su designación, ya está en Bruselas,
donde frente a la Comisión Nacional Belga ratifica los principios que hacen posible
una política internacional en favor de la educación, la ciencia y la cultura. En
abril viajó a Cleveland, Ohio, para impulsar las labores de la Comisión Nacional de
los Estados Unidos para la UNESCO. En esta ocasión afirmó: "Nadie posee realmente
nada cuando no es digno de disponer de lo que posee, para el bien de la
8 Jaime Torres Bodet, Discursos en la UNESCO, SEP, Comisión Nacional de los Estados
Unidos Mexicanos para la UNESCO, México, 1987, pp. 32-33.
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EL PENSAMIENTO DE JAIME TORRES BODET
humanidad."9 Este pensamiento muestra la dimensión otorgada a las acciones
humanas más allá de límites y fronteras, acciones concebidas para cumplirse ahí
donde son necesarias, dada la desigual distribución en el mundo de los bienes, los
servicios, la cultura y la educación. Por eso es importante destacar en el pensamiento
de Torres Bodet la convicción humanista que orientó sus acciones y propuestas.
Y en la base de esta convicción, una idea fundamental en relación con la
responsabilidad ineludible de todos aquellos que de una o de otra manera, somos
beneficiarios de los bienes de la civilización, idea que conlleva al mismo tiempo el
valor y la responsabilidad de la participación en las tareas humanas superiores.
Merece recordarse la cita que hace en su discurso de septiembre de1949 en
París, de un pensamiento del historiador francés Jules Michelet, pues al mencionarlo
Torres Bodet convierte ese pensamiento en propio: "Creo en el porvenir,
porque yo mismo lo estoy haciendo",10 idea que para algunos pudiera significar
soberbia histórica, pero que finalmente conduce a una posición de reconocimiento
del valor que tiene lo que el hombre hace, no importa quien sea, cuando esa acción
se apoya en la significación humanística de todo aquello que pugna por mejorar las
condiciones básicas de la persona y de la sociedad.
Seis meses después de asumir la Dirección General de la UNESCO, Jaime Torres
Bodet inaugura la Conferencia Internacional sobre la Educación de los Adultos,
en el Castillo de Kronborg, en Elsinor, Dinamarca. El discurso que pronuncia en
esta ocasión contiene una visión clara del significado y trascendencia de esta
educación en el contexto de la sociedad humana. Antes de pasar a la revisión y
análisis de las ideas expuestas en este discurso, es pertinente una reflexión sobre
el sentido y valor que el desempeño de la función pública tuvo en la vida de Jaime
Torres Bodet. Él mismo, en sus Memorias, recuerda lo que le dijo el poeta Carlos
Pellicer al aceptar a fines de 1943 la invitación del presidente Ávila Camacho
para hacerse cargo de la Secretaría de Educación Pública: "Te has retirado, Jaime,
a la vida pública". Es decir, la decisión significaba dejar de lado no sólo las
letras, sino ese ámbito o espacio que les es natural y propicia el diálogo y el
intercambio de las ideas. En vez de esto, largas jornadas de trabajo, obligaciones
y responsabilidad permanentes, soledad, la exigencia de tomar siempre decisiones
que no admiten retraso. Todo, contrario a esa otra visión de la vida que se manifiesta
en el ocio creador. Entonces no faltaron críticas y juicios que establecieron
la disminución del escritor frente a las exigencias a que se ve sujeto el funcionario
público. Así fue en efecto, pero también hay que decir que la vida le concedió a
9 Ibid, p. 59.
10 Ibid, p. 119.
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REVISTA INTERAMERICANA DE EDUCACIÓN DE ADULTOS, NÚM. ESPECIAL, 2002.
Torres Bodet tiempo para regresar a las letras, la poesía por una parte y por otra
a los muchos ensayos que coronaron su tarea de escritor. Ensayos sobre Balzac,
Pérez Galdós, Dostoievsky, Marcel Proust, Rubén Darío y algunos más. Pero
nunca se ha reconocido que en los muchos discursos que pronunció Torres Bodet
con motivo de su función pública, quizá un número cercano a los 200 (sólo de su
período en la UNESCO se han recogido 50), varios de ellos esconden verdaderos
ensayos, en los que se desarrollan ideas y juicios críticos en torno a la educación
y la cultura. El ensayo es una manifestación libre del espíritu, donde van revelándose,
mediante la gracia y la conducción de la inteligencia, los elementos propios de un
fenómeno o de una circunstancia, la mayoría de las veces esencialmente humanos,
privativos del hombre y de la sociedad. Los textos de los discursos de Torres
Bodet merecen valorarse desde este punto de vista. Con esta visión nos acercaremos
a su discurso sobre la educación de adultos de junio de 1949.
La primera afirmación de Torres Bodet está dedicada a precisar que la educación
de adultos no es una concepción surgida en la mitad del siglo veinte, pues la
considera una "idea permanente de la cultura". Se remonta a la época de Sócrates,
cuando su palabra perturbaba a los ciudadanos de Atenas. Sócrates "concebía la
filosofía como existencia y la existencia como pedagogía, como ‘paideia’. ¿No
fue Platón –dice Torres Bodet– quien proclamó que, para educar al ciudadano,
hay que educar a la ciudad? Y la ciudad, en el mundo clásico, ¿no era, en verdad,
el Estado mismo?"11 Esta idea de Torres Bodet es importante, en la medida en que
nos hace comprender que el valor de la educación de adultos no radica sólo en la
liberación y la superación del iletrado, sino también en que esta acción cobra su
significación más allá del individuo, en el ámbito de la comunidad, en la medida en
que la transformación del hombre hace posible la de la sociedad toda. En este
sentido, el valor de la educación trasciende lo individual para ubicarse en el ámbito
de la comunidad humana. Y en cierto modo, esta idea también se significa si la
consideramos a la inversa, es decir, que si nos preocupamos por la sociedad y su
desenvolvimiento, caemos necesariamente en la necesidad de educar al individuo.
De hecho, este principio de que no es posible educar al ciudadano si no se educa
también a la ciudad, tiene estrecho parentesco con este otro que se planteó en los
finales del siglo veinte, en relación con la llamada “ciudad del conocimiento", que
no es sino la identificación de que el ámbito todo del espacio comunitario debe ser
11 Ibid, p. 81.
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EL PENSAMIENTO DE JAIME TORRES BODET
propicio para la ampliación del conocimiento y también para el desarrollo de la
inteligencia.
La educación de adultos, como la concibió Jaime Torres Bodet, se entiende como
una vía para generar en el individuo una conciencia de responsabilidad, no sólo
como persona sino también como miembro de una comunidad, de modo que la
responsabilidad no se entiende sin su vinculación con la idea de solidaridad. Vista
así esta tarea educativa, se proyecta con una gran dimensión pues si está orientada
hacia la conciencia de la responsabilidad y a un mismo tiempo al sentido de
solidaridad, Torres Bodet señala con toda claridad que más que enseñar un determinado
arte, o una ciencia, de lo que se trata es de enseñar el ejercicio de la vida
misma; es decir, acceder al alfabeto y los conocimientos debe permitir la orientación
del individuo hacia la comprensión del valor de la vida humana. Este humanismo
de la educación de adultos propicia que el individuo se acerque, por el
camino de la enseñanza, a la comprensión del valor de la humanidad. La cultura
de la responsabilidad sólo puede alcanzarse si el individuo es capaz de descubrir el
valor de la vida y su pertenencia a ella, mediante su participación en la educación
como tarea reveladora de actitudes y valores, mediante los cuales somos capaces
de acceder a nuestra identificación como parte del linaje humano, como él lo
llama. Así se otorga a la educación de adultos la capacidad de cumplirse de manera
armónica y coherente con todo lo que palpita en la vida humana, la individual y
la colectiva. Y como entonces la sombra de la guerra estaba todavía presente en
aquellos años, es evidente que el valor de la paz adquiría una suprema significación.
“Que las condiciones espirituales del mundo permitan que los hombres erijan
la paz y que la erijan sobre el conocimiento de la verdad, para la justicia, para el
bien y para el progreso.”12 Medio siglo después, la paz sigue siendo un frágil
elemento de la sociedad humana, siempre vulnerable por la acción misma de los
hombres.
En el pensamiento de Jaime Torres Bodet se contiene con claridad la idea de que
el derecho conlleva necesariamente una obligación. No podemos llamarnos acreedores
al derecho a la libertad, si no somos conscientes de la responsabilidad que
se implica en esa libertad. El problema de la humanidad es el problema de las
libertades del hombre. Sin educación no hay libertad, por eso el problema esencial
de la humanidad es la educación, y en ella se contempla el camino de la liberación
de los hombres. La ayuda técnica ayudaría notablemente a los países necesitados,
“pero creo igualmente –afirmó Torres Bodet en ese mismo discurso de 1949– que
12 Ibid, pp. 87-89.
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REVISTA INTERAMERICANA DE EDUCACIÓN DE ADULTOS, NÚM. ESPECIAL, 2002.
ninguna de esas ventajas será durable si no se atiende en primer lugar a la educación."
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Alfabetizar y educar. Pareciera que ambos son los extremos de una línea tan
extensa como la educación misma y su capacidad para alcanzar los niveles más
altos de la formación humana. Y sin embargo, es preciso reconocer que el punto
de arranque de esa línea es la base y el fundamento de todo aquello que puede
llegar a ser la educación. Si es válida la idea de que la educación libera, ningún
nivel educativo posee con más fuerza esa capacidad liberadora que la enseñanza
del alfabeto, cuando aquél que la recibe está aislado del mundo por la ignorancia.
"El niño es un proyecto de adolescente", declara Torres Bodet. "El adolescente,
un proyecto de adulto. Y el adulto –se pregunta–, en verdad, ¿qué es? ¿De qué
futuras realizaciones somos nosotros, todos nosotros, sólo el proyecto? Aquí, la
interrogación adhiere a lo más entrañable e intransferible de nuestra condición
personal. Por eso no podemos contestar la interrogación en términos colectivos."14
Esta reflexión nos deja ver cómo cada persona es poseedora de una condición
única e irrepetible. Si accedemos a los bienes de la cultura, nuestra condición será
distinta a la de aquellos que nunca llegaron a poseerlos, ni siquiera en su más
elemental condición que son las primeras letras. Si el niño posee su propia atmósfera
derivada de la misma edad; si el adolescente tiene la posibilidad de descubrirse
a sí mismo, el adulto "no puede refugiarse en ninguna parte." Torres Bodet
habla, claro está, de adultos por educar, y así al adulto sólo le queda "ser él mismo,
aislándose del conjunto; o abdicar de sí mismo en la voluntad anónima de la masa."15
De ahí la importancia, para una sociedad en cuyos miembros permanece todavía
la presencia de un número importante de iletrados, de incorporarlos mediante la
educación. A los analfabetos los llama Torres Bodet los "vencidos de antemano".
Y añade:
Porque eso son los analfabetos: víctimas de un combate en el que no han siquiera participado;
testigos inocentes y anónimos de una historia que se hace a sus espaldas y, en ocasiones, a
pesar suyo; adultos a los que exigimos victorias que no tienen ni las armas más elementales
para ganar, o niños que nutrimos para que sean, cuando crezcan, ciudadanos sólo de nombre.16
En este discurso de Elsinor cuenta Torres Bodet una anécdota. La recogemos
íntegra porque ilustra claramente el poder de la letra escrita y de la capacidad de
escritura:
13 Ibid, p. 109.
14 Ibid, p. 85.
15 Ibid, pp.85-86.
16 Ibid, p. 102.
19
EL PENSAMIENTO DE JAIME TORRES BODET
Años antes de ingresar en la institución a que pertenezco, colaboré en mi país en una campaña
nacional de alfabetización. Al llegar el período de los exámenes, visité una población rural que
los inspectores me habían descrito como uno de los puntos en que el esfuerzo había sido más
insistente y más fervoroso. En una choza, bajo un techo de paja, una improvisada maestra
enseñaba a leer y a escribir a un grupo de campesinas. Unos metros de tela oscura y mal
encerada le servían de pizarrón. Tras de haber hecho leer varios trozos a las discípulas,
expresé el deseo de que una, la menos joven, escribiera dos o tres frases, que elegí del cuaderno
escolar empleado por la instructora. Sin vacilaciones, la alumna trazó las palabras del texto
que le dicté. Me inquietó un poco, más que las faltas de ortografía, cierta mecánica rapidez que
podía dar la impresión de un principio de automatismo. Le rogué entonces que escribiera su
nombre en el pizarrón. En seguida me percaté de que aquélla, para su mano y para su espíritu,
era en verdad una prueba nueva. Tomó el gis con recelo y, muy lentamente, letra por letra,
comenzó a dibujar su nombre. Cuando hubo terminado lo leyó varias veces en voz muy baja.
Y, de pronto, ante la sorpresa de todos, se echó a llorar. ¿Qué significaban aquellas lágrimas –
que no recelaban, por cierto, ningún síntoma de amargura– sino el pasmo de encontrarse, al
fin, a sí misma, súbitamente, tras de años que equivalían por la ignorancia, a una ausencia del
propio ser? En esas líneas, de caracteres toscos y primitivos, se veía ella más limpiamente que
en un espejo, con su pobre pasado a cuestas, humilde y dócil. ¿Y no había en aquellas lágrimas
de triunfo, para todos nosotros, una enseñanza y un gran perdón?17
¿Cómo podríamos dejar de ver en esta reacción de la vieja mujer, que muestra la
actitud de quien se descubre a sí misma a través del acto mismo de escribir su
propio nombre, el gran significado que tiene para el individuo la capacidad de leer
y escribir? En esta reacción está, quizá, la génesis de eso que más adelante será
conciencia de libertad a partir de la posesión de la palabra y de la escritura; una
libertad que exige, primero que nada, conciencia de ser, y al mismo tiempo capacidad
para llegar a poseer la expresión propia. Y a partir de este primer paso,
obtener la liberación de una dependencia en la que se aniquiló siempre la posibilidad
del cambio y la transformación, de llegar el individuo a ser él mismo, condición
necesaria para poder llegar a ser libre. Frente a esta singular capacidad de superación,
debe adquirirse también la conciencia de la responsabilidad que conlleva
ser miembro de una comunidad y la fuerza que se implica en este singular proceso
que es la alfabetización.
Pero a pesar de la significación y la trascendencia de la alfabetización en los
países con altos índices de analfabetismo, Torres Bodet estaba muy consciente de
que ahí no terminaban los requerimientos de la educación en sociedades poco
favorecidas. Por el contrario, además de identificar las tareas de alfabetización
como una actividad "heroica" por lo que implica de esfuerzo y trabajo especial,
bien sabía que enseñar a leer era sólo lo mínimo, –"el estricto mínimo", como lo
17 Ibid, p.p. 102-103.
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dijo al concluir su primer desempeño como Secretario de Educación Pública, en
1945– en una empresa que exige de todos mucho más para poder alcanzar metas
superiores. "No lo olvidemos –decía– porque lo realmente peligroso sería limitar a
ese rudimento –el aprendizaje de la lectura y de la escritura– la formación de los
pueblos del porvenir."18 Y su pensamiento se complementó con una conclusión
acorde con esta tesis, idea que ya se expresó anteriormente: "Dentro de un mundo
de técnicas infinitamente complejas y de aspiraciones crecientemente universales,
la civilización sólo podrá desenvolverse en un medio en el que la superación de
las masas no sea embrionaria sino armónica y coherente. Tal es el fin grandioso
de la educación de adultos."19
Fue seguramente en el transcurso de la Conferencia General de la UNESCO en
Elsinor, Dinamarca, del año 1949, donde Jaime Torres Bodet propuso la creación,
por parte del organismo bajo su dirección, de los centros regionales para la educación
de los adultos. Cuando el 9 de mayo de 1951 abrió sus puertas el CREFAL, las
cifras a nivel mundial explican por qué Latinoamérica fue la primera región considerada
en esta atención a los adultos: en 1951 se estimaba que la población mundial
crecía a un ritmo del 1 % al año, pero Latinoamérica tenía entonces un crecimiento
del 2 %. Sin embargo, el CREFAL no fue la única institución creada para la
superación de las carencias mundiales en educación. En el acto inaugural del
CREFAL el 9 de mayo de 1951, Jaime Torres Bodet anunció que en la próxima
reunión de la Conferencia General de la UNESCO, que se celebraría el 18 de
junio de ese mismo año de 1951, se sujetaría a aprobación de dicha Asamblea la
creación de otros cinco centros, en África, Asia Meridional, Asia Sudoriental y en
el Extremo y el Medio Oriente. En esa reunión se consideró un programa de doce
años para abatir el analfabetismo en el mundo, con una red de seis centros en las
regiones antes señaladas. Después del CREFAL, se creó un segundo centro en
Egipto, un tercero en Tailandia y al parecer dos más, uno en Ceilán y otro en
Corea. Por eso expresó Jaime Torres Bodet en sus palabras inaugurales del CREFAL:
"Lo que haga el Centro de Pátzcuaro no sólo será benéfico para América Latina.
Será también la piedra de toque del proyecto mundial, en su integridad."20
18 Ibid, p. 89.
19 Ibidem.
20 Ibid, p. 278.
21
EL PENSAMIENTO DE JAIME TORRES BODET
En la mitad del pasado siglo veinte, la población mundial sumaba 2 378 millones de
personas. De éstas, 1 200 millones no sabían leer y escribir. La urgencia y la
necesidad de atender a este inmenso número de analfabetos eran obvias. De ahí
que se pensara en esta red de centros de educación de adultos que hiciera posible,
a nivel mundial, la reducción de esta impresionante cifra de iletrados en todo el
mundo. En congruencia con el principio de que la alfabetización es sólo el comienzo
de una tarea más amplia, se contemplaba también la formación, en el individuo,
de otras aptitudes y otras capacidades. "El programa que hemos fijado para el
Centro Latinoamericano –afirmó Torres Bodet en aquel discurso inaugural del
CREFAL– no entraña, exclusivamente, un plan regional de alfabetización. No queremos
exagerar el valor que tiene el simple adiestramiento mecánico de los iletrados
en el aprendizaje de la lectura y la escritura. Este aprendizaje, indispensable sin
duda, no constituye sino una de las tareas que los maestros reunidos en Pátzcuaro
deberán perfeccionar. La educación de base se asigna metas más elevadas, puesto
que pretende proporcionar a las comunidades rurales, no sólo un recurso práctico
de comunicación con el exterior, merced a los libros y los periódicos, sino un
mínimo de los elementos primordiales imprescindibles para una mejor adaptación
de la vida de esas comunidades a los requerimientos de la época y del ambiente."
21 Es decir, se trataba, desde un principio y como ya se comentó antes, de una
preparación para la vida, entendiendo que la educación debe siempre tender a ello
y no limitarse a ser una mera instrucción. Y si nos percatamos, este mensaje de
Torres Bodet contiene la apertura para el futuro, pues en su parte final se establece
que la adaptación de la vida de esas comunidades latinoamericanas deberá
hacerse de acuerdo con "los requerimientos de la época y del ambiente."
Hoy, medio siglo después de haberse pronunciado aquellas palabras, es evidente
que debemos estar conscientes de las necesidades en el siglo que comienza, lo
que a su vez nos lleva a entender que el sentido y alcance de la educación de
adultos también se ha ampliado y modificado con el tiempo. Desde aquella reunión
de hace ya más de medio siglo en Elsinor, Dinamarca, hubo otras en diversas
partes del mundo y en su conjunto manifiestan mundialmente la permanente
preocupación por superar las condiciones de inequidad, marginación y falta de
oportunidades de educación. Solamente en la última década pueden mencionarse
los siguientes foros mundiales sobre problemas de educación para todos, más los
que se ocuparon de Derechos Humanos, Medio Ambiente, Desarrollo Social, la
Mujer, los Asentamientos Humanos y la Alimentación: Jomtien y Nueva York
(1990); Río de Janeiro (1992); Viena (1993); El Cairo (1994); Copenhague y
21 Ibid, pp.276-277.
22
REVISTA INTERAMERICANA DE EDUCACIÓN DE ADULTOS, NÚM. ESPECIAL, 2002.
Beijing (1995); Estambul y Roma (1996); Brasilia y Hamburgo (1997); Dakar
(2000); Cochabamba (2001); Santiago de Chile (2002), más las conferencias regionales
de Johannesburgo (1999); Bangkok, El Cairo y Recife (2000). De las
reuniones sobre educación para todos merecen recordarse definiciones, principios
y conceptos que dan clara idea de la dimensión que ha alcanzado lo que
anteriormente se llamó sólo educación de adultos:
· El valor expreso que se otorga al ser humano (hombres y mujeres) y el respeto
a sus derechos para hacer posible el desarrollo sostenible y equitativo.
· La educación entendida como una tarea a lo largo de la vida. Esta idea aplicada
a la educación de adultos implica un replanteamiento de los contenidos de la
educación más la idea de complementariedad y continuidad.
· Tomar en cuenta la edad de los adultos, las diferencias todavía existentes entre
hombres y mujeres, las discapacidades y disparidades económicas.
· Los contenidos de la educación y su variación al tomarse en cuenta la condición
económica, social, ambiental y cultural.
· La educación debe tomar en cuenta las necesidades de las personas.
· La necesidad de tomar en cuenta como resultado de la educación, más desarrollo
económico y social, más alfabetización, reducción de la pobreza y mejoramiento
del medio ambiente.
· La identificación de la educación de adultos como un proceso de aprendizaje
formal y no formal para el desarrollo de sus capacidades y habilidades, y mejora
de sus conocimientos.
· Reconocer que la educación de adultos, además de incluir la educación formal,
la no formal y la permanente, comprende también la informal y la ocasional.
· Identificar la educación de jóvenes y adultos como una vía para alcanzar el
desarrollo de su autonomía, el sentido de responsabilidad, así como la capacidad
de enfrentar las transformaciones de la economía, la cultura y la sociedad
en su conjunto.
· La educación como camino para promover la capacidad de coexistencia y
tolerancia, y de participación en la comunidad.
· La condición de imperativo que adquieren la educación de adultos y la educación
permanente en las nuevas sociedades del conocimiento.
· El establecimiento de las condiciones que hagan posible el ejercicio del derecho
a la educación durante toda la vida.
23
EL PENSAMIENTO DE JAIME TORRES BODET
· La alfabetización concebida como una actividad necesaria para la adquisición
de conocimientos y capacidades básicas.
· Una educación para todos, de calidad, inclusiva, que satisfaga las necesidades
primordiales, que se continúe a lo largo de la vida y que en lo tocante a educación
básica permita superar la pobreza y las desigualdades.
Como puede verse, muchas de estas ideas ya habían sido expuestas por Jaime
Torres Bodet y otras más son resultado de una nueva visión a partir de las experiencias
obtenidas a lo largo del tiempo y de los problemas y características del
nuestro.
Los 2 378 millones de habitantes del planeta en 1951 se han multiplicado y ahora,
en el año 2000, suman, 6 055 millones, dos veces y media la cifra anterior. Y si de
aquellos 2 378 millones, 1 200 eran analfabetos, o sea un 56.4 %, ahora del total
mundial los analfabetos son 876 millones, es decir un 14.6 %. No deja de ser
significativo que a pesar del notable incremento de la población mundial se haya
logrado abatir el número de iletrados. Sin embargo, la tarea no está concluida,
pues aunque en menor número todavía sigue habiendo analfabetos, con un conjunto
de situaciones referentes a salud, pobreza y marginación, que exceden con
mucho el problema educativo. Baste sólo decir que el 20 % de la población mundial
participa del 88 % del producto interno bruto. Tal desigualdad, más la cifra
citada de analfabetos, muestra una situación alarmante en el planeta. De ahí que
siga siendo necesario mantener el impulso y el esfuerzo para no sólo continuar la
tarea educativa, sino que además ésta deberá incrementarse en los próximos
años.
A Jaime Torres Bodet se le ha reconocido, junto a Justo Sierra y José Vasconcelos,
como uno de los secretarios de educación pública que más hicieron por impulsar,
extender y mejorar la educación mexicana. Aquí sólo nos hemos ocupado de sus
esfuerzos por la alfabetización y la educación de los adultos. Su herencia continúa
dando frutos y nos obliga a mantener, ante su vida y su obra, una actitud de
reconocimiento por todo lo que todavía sigue ofreciendo en frutos y realizaciones,
para las nuevas generaciones del país y de Latinoamérica. Consciente del valor
transformador de la educación, este luchador incansable por las causas esenciales
de la humanidad, hizo llegar su palabra y sus acciones a todos los ámbitos, con
la convicción de que sólo mediante la voluntad de servicio, se puede lograr la
superación de las carencias y la pobreza diseminadas a lo largo y ancho de los
continentes. A nosotros, herederos de esta acción siempre renovada y permanentemente
orientada hacia la superación de la condición humana, nos corresponde
mantenerla viva para beneficio de las nuevas generaciones

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