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lunes, 19 de noviembre de 2012

EVOLUCION DEL SISTEMA EDUCATIVO


Indice Capítulo 2

2. EVOLUCIÓN DEL SISTEMA EDUCATIVO
MEXICANO. ............................................................... 2
2.1 LA EDUCACIÓN EN MÉXICO HASTA 1950. ...................................................... 2
2.1.1 La educación prehispánica........................................................................................ 2
2.1.2 La educación durante la Colonia. .............................................................................. 2
2.1.3 La educación en el periodo postindependiente. ......................................................3
2.1.4 La educación en el porfiriato. .................................................................................... 4
2.1.5 De la revolución mexicana al periodo de conciliación y consolidación (1910-
1958)................................................................................................................................ 5
2.2 LA EDUCACIÓN EN MÉXICO. 1950-1990. ......................................................... 8
2.2.1 La expansión del sistema educativo. ....................................................................... 8
2.2.2 La política educativa del gobierno federal, 1952-1993. .........................................13
OEI - Sistemas Educativos Nacionales - México 2
2. EVOLUCIÓN DEL SISTEMA EDUCATIVO
MEXICANO.
2.1 LA EDUCACIÓN EN MÉXICO HASTA 1950.
2.1.1 La educación prehispánica
La educación en la familia, el trabajo, la religión y la guerra, de acuerdo con algunas evidencias,
tuvo características comunes en las culturas mesoamericanas1. Tal es el caso de los templos-escuelas,
instituciones encargadas de transmitir a los niños y jóvenes, bajo una rígida disciplina, conocimientos
religiosos y militares.
En el Valle de México, a partir del predominio mexica, los gobernantes dispusieron que cada calpulli2
tuviera templos-escuelas, denominados calmécac para los hijos de la nobleza y telpochcalli3 para los
plebeyos. Ahí se preparaban los varones para la guerra. Los jóvenes trabajaban en el servicio
eclesiástico para el dios tutelar, participaban en trabajos colectivos y, como cada calpulli tenía alguna
especialidad profesional, posiblemente aprendían oficios. Según su desempeño, los jóvenes podían
ascender en la jerarquía social del estrato al que pertencieran, noble o plebeyo. Los nobles que
permanecían indefinidamente en ellos adoptaban funciones sacerdotales (López, 1985: 26-28; Escalante,
1985: 17).
Los hijos pequeños de los nobles eran cuidados y vigilados en su conducta por servidores, mientras
que los niños del pueblo aprendían y heredaban el oficio de sus padres y les ayudaban en las actividades
cotidianas. Las niñas aprendían las tareas de la madre, generalmente relacionadas con el trabajo del
hogar o el comercio (Escalante, 1985: 16).
2.1.2 La educación durante la Colonia.
En la Colonia se distinguen diversos tipos de enseñanza: la evangelizadora, el adiestramiento en
artes y oficios, la femenina, la formación de religiosos y la universitaria. Las actividades educativas fueron
asumidas por diversas órdenes religiosas. A partir de la segunda mitad del siglo XVI, los jesuitas llegarían
a ejercer una gran influencia intelectual en la sociedad novohispana.
En la Nueva España, la educación escolar fue una empresa de poca magnitud pero de gran
importancia para la consolidación ideológica y religiosa del dominio español. La Conquista, en este
sentido, no fue sólo producto de la supremacía técnica y militar sino también un proceso de implantación,
sustitución, eliminación y/o combinación de ciertas concepciones y categorías mentales y de nuevos
esquemas y formas de vida. No obstante, la inicial preocupación por la evangelización y la formación
intelectual de los indios fue desplazada por la atención casi exclusiva hacia los criollos. La educación para
los indígenas fue perdiendo importancia y se les excluyó de los niveles educativos superiores (Gonzalbo,
1985b: 9).
Durante las primeras décadas de la Conquista, los franciscanos ofrecieron educación en internados
conventuales a los hijos de señores y principales mexicas, con el doble objetivo de enseñarles la lectura
y la escritura del español y evangelizar a los indígenas. Esos jóvenes mexicas participaron eficazmente
en la labor catequizadora. Los internados adoptaron elementos de los templos-escuelas que guardaban
semejanzas con la educación conventual, como el rigor de la vida de los internos, la retórica ceremonial
y la formación moral (Kazuhiro, 1992: 1-28; López, 1985: 26).
A fines del siglo XVI ya existía una peculiar forma de educación religiosa, destinada a los vasallos:
la educación en el atrio de las iglesias, en donde se congregaba a los conversos para enseñarles la
doctrina cristiana.
Impulsados por Don Vasco de Quiroga en el siglo XVI, los hospitales-pueblo, de corta duración y
situados en sólo dos poblaciones, se distinguieron de los internados conventuales por reunir hombres,
mujeres y niños sin privilegios especiales. Recibían las primeras letras, se les instruía en la doctrina y
trabajaban en beneficio de la comunidad (Gonzalbo, 1985b: 15-16).
El fracaso de la enseñanza del catecismo por mímica o a través de intérpretes, llevó a los religiosos
a estudiar lenguas indígenas y adoctrinar a la población en sus lenguas, iniciativa que tiempo después
volvería a ser retomada por maestros y misioneros que nuevamente intentaron atraer a los indios
(Gonzalbo, 1985b: 17).
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Las medidas para la educación inicial adoptadas por el estado español poco se cumplieron y no
fueron determinantes. Tal fue el caso de las disposiciones de Fernando el Católico y de Carlos I que
obligaban a los beneficiados por la encomienda a educar a los indios encomendados. Algo semejante
ocurrió con las Ordenanzas de los Maestros en el Nobilísimo Arte de Enseñar a Leer, Escribir y Contar,
que no fueron observadas por los instructores. (Bolaños, 1981: 13-14).
Las instituciones de educación femenina fueron escasas y crecieron poco durante la Colonia. La
mayoría de las niñas y jóvenes no tenía otra escuela que la catequesis dominical en parroquias y
conventos y las enseñanzas de su madre y de mujeres mayores del hogar. Pocas niñas asistían a las
escuelas que daban instrucción cristiana, lectura y, a veces, escritura y aritmética elemental. Algunos
colegios internaban a niñas huérfanas o necesitadas y los conventos recibían jóvenes de cualquier grupo
étnico. Los conventos ofrecían una educación más completa, en especial a las que más tarde profesarían
en ellos. Los internados aristocráticos exigían que las alumnas fuesen españolas o descendientes de
españoles. (Gonzalbo, 1985b: 15-16).
En los primeros años del virreinato, se establecieron instituciones como el Colegio de San José de
Belén de los Naturales, el de Nuestra Señora de la Caridad, el de Estudios Mayores del pueblo de Tiripitío,
el de Santa Cruz de Tlatelolco y la Real y Pontificia Universidad de la Nueva España (Bolaños, 1981: 13).
Dedicado a la enseñanza de indígenas, el Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco, también conocido como
el Primer Colegio de América, fue la primera institución de educación superior, pero tuvo una corta
duración. Los jesuitas, al momento de su expulsión en 1767, tenían 24 colegios, 10 seminarios o
internados y 19 escuelas. Fundada en 1551 y regida por los estatutos de la Universidad de Salamanca,
la Real y Pontificia Universidad de la Nueva España, recibió esa denominación pues, como las demás
universidades hispánicas, se creó por concesión del Monarca y del Papa (Rangel, 1983: 11-12.).
En el último tercio del siglo XVIII, influido por las ideas de la Ilustración, el gobierno Real fundó los
colegios superiores de Cirugía, Grabado, Nobles Artes de San Carlos, Real Estudio Botánico y Real
Seminario de Minería. A fines del siglo la Corona creó la Real y Literaria Universidad de Guadalajara
(Rangel, 1983: 11-12; Tanck, 1985: 16-17).
Las ideas de la Ilustración que circularon en medios académicos e intelectuales no influyeron en
la educación básica. Se sabe, sin embargo, que el ayuntamiento de México ordenó que los frailes y
párrocos establecieran escuelas gratuitas de primeras letras a niños y que se fundaran las dos primeras
escuelas municipales, una para niños y otra para niñas (Tanck, 1985: 19)
A principios del siglo XIX los liberales españoles que luchaban contra el absolutismo borbón y los
insurgentes mexicanos aceptaban la necesidad de atender la educación. Los ordenamientos en la
materia estipulados en la Constitución de Cádiz de 1812 sólo parcialmente fueron aplicados por los
virreyes Venegas y Calleja, entre otras razones, porque coincidían con los anhelos libertarios de los
independentistas. En la Constitución de Apatzingán de 1814, que nunca entró en vigor, los insurgentes
establecieron que la instrucción era necesaria para todos los ciudadanos y que debía ser favorecida por
la sociedad «con todo su poder» (Bolaños, 1981: 16).
2.1.3 La educación en el periodo postindependiente.
Una vez consumada la independencia de México, se abrió un periodo de intensas luchas entre
liberales y conservadores, dentro de un proceso histórico de construcción del Estado nacional. En cuatro
décadas el país perdió la mitad de su territorio, sufrió la intervención armada de Estados Unidos de
Norteamérica y de Francia y estuvo gobernado durante algunos años por un noble austríaco, impuesto
por la alianza que establecieron los sectores conservadores con Napoleón III.
Los liberales y los conservadores coincidían en que la educación era fundamental, pero sus
profundas diferencias político-ideológicas y los conflictos con el exterior dificultaron la construcción del
Estado y, con ello, la definición de políticas educativas. No obstante, si se compara con el periodo
colonial, la educación en este periodo tuvo avances, en especial la primaria «que se extendió a gran parte
del país» (Staples, 1992: 70).
El papel de la iglesia en la educación y la noción de libertad educativa fueron puntos de conflicto
desde 1824. Los liberales de las primeras décadas del México independiente propusieron la libertad de
enseñanza con el objetivo de acabar con el monopolio eclesiástico sobre la educación. Al mismo tiempo,
pensaban que cualquier intervención del Estado en la educación destruía la doctrina liberal. Sin embargo,
en la década de los años treinta, con el mismo propósito de excluir a sectores eclesiásticos y
conservadores, los liberales modificaron su opinión y propusieron el control estatal sobre la educación.
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La reforma liberal de 1833 que impedía al clero intervenir en la educación, no pudo aplicarse pues en 1834
fue suprimida ante la respuesta adversa de los sectores conservadores. Esa reforma brindó las bases
de la propuesta liberal de educación pública en los años venideros, a partir del principio básico de la
integración nacional4. Buena parte de la educación continuó en manos del clero, pero a mediados de la
década cincuenta, aunque tuvo vigencia el principio de la libertad de enseñanza, se operó «un cambio
de espíritu que llevaría a un control mayor de la educación por el Estado.» (Vázquez, 1992: 94)
En 1842, ante la carencia de instituciones que pudieran organizar la educación, el Estado encargó
a la Compañía Lancasteriana el manejo de la Dirección de Instrucción Pública (Tanck, 1992: 50-52;
Staples, 1992: 83-84). Tres años más tarde, los ayuntamientos volvieron a hacerse cargo de las escuelas
y de su financiamiento, pero la invasión norteamericana, las guerras de castas en Yucatán, la Revolución
de Ayutla de 1854, la guerra de reforma, la intervención francesa y la guerra contra Maximiliano de
Habsburgo, afectaron la operación de muchas escuelas, «por la impostergable necesidad de tomar los
fondos destinados a sueldos para financiar la actividad bélica» (Staples, 1992: 85). En suma, la
inestabilidad política, militar y financiera del periodo impidieron durante más de dos décadas que la
acción educativa del Estado se ampliara.
En 1867, tras la victoria definitiva de Juárez, se promulgó la Ley Orgánica de Instrucción Pública.
En ella se establecía la educación primaria «gratuita para los pobres y obligatoria», se proponía la
unificación educativa, se excluía del plan de estudios toda enseñanza religiosa y se incorporaba la
enseñanza de «moral». La libertad de enseñanza garantizada en la constitución, encontraba sus límites
en el laicismo obligatorio de los establecimientos oficiales. La ley del 67 también contenía disposiciones
para la educación secundaria, entre las cuales destaca la creación, bajo los principios del positivismo5,
de la Escuela de Estudios Preparatorios, la cual habría de dar una base homogénea a la educación
profesional. La ley sólo regía al D.F. y territorios federales, pero ejerció influencia sobre las leyes
estatales6. (Vázquez, 1992: 95-102; Bolaños, 1981: 32).
A mediados del siglo el número de escuelas sostenidas por el Estado era muy pequeño, pero a partir
de la restauración de la república en 1867 se multiplicó rápidamente. En 1843 existían 1310 escuelas
primarias, 2,424 en 1857 y 4,570 en 1870. El empeño liberal fue patente en 1874, año en el que el número
de escuelas se elevó a 8,1037. No obstante, sólo el 19.4% de los niños en edad escolar asistieron a la
escuela.
CUADRO 2.1.1
Escuelas por tipo de sostenimiento. 1874
Sostenimiento Escuelas %
Federación, Estados y Municipios 5843 72,11
Corporaciones o individuos part. 378 4,66
Clero y Asociaciones Religiosas 117 1,44
Privadas de paga 1581 19,51
Sin clasificar 184 2,27
Total 8103 100
Fuente: Vázquez (1992). Datos tomados por la autora de José Díaz Covarrubias. La Instrucción Pública en México. México, 1875,
Imprenta del Gobierno.
El cuadro 2.1.1 muestra que los poderes públicos sostenían al 72.1% del total de escuelas, de las
cuales 64.4% dependía de los municipios, mientras que el 1.44% pertenecía a sectores religiosos. Aún
suponiendo que las escuelas privadas fueran de tendencia confesional, sólo constituían la cuarta parte
del total (Vázquez, 1992: 99-100).
2.1.4 La educación en el porfiriato.
En el porfiriato, el poder y los recursos económicos tendieron a centralizarse a costa de las
autonomías locales y estatales8. La antigua base municipal de la educación fue erosionándose por la
supresión de las alcabalas. La falta de recursos locales y nacionales dificultaron el desarrollo de un
sistema nacional y unitario de educación pública (Martínez, 1992: 107-113).
Joaquín Baranda, Ministro de Justicia e Instrucción durante 19 años (1882-1901), diseñó un
sistema nacional de educación que sólo pudo aplicarse en el D.F. y los territorios federales. En su gestión
se fundaron cuatro escuelas normales, una de ellas con carácter federal y nacional, que se sumaron a
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por lo menos otras cuatro que existían en distintos estados. Desde su fundación, la Normal Nacional
adquirió la facultad exclusiva de expedir títulos para la enseñanza (Martínez, 1992: 113-116).
En 1888 se promulgó una Ley de Instrucción Obligatoria con alcance jurisdiccional para el D.F. y
los territorios federales. Con el objetivo de lograr que los ordenamientos se aplicaran en otros estados
y conseguir la unificación educativa nacional, Baranda convocó a dos Congresos de Instrucción en los
que se reunieron pedagogos, maestros, intelectuales y autoridades, y cuyos resultados contribuyeron
a definir el proyecto estatal de educación pública9 (Martínez, 1992: 116-118).
Con la llegada de Justo Sierra a la Subsecretaría de Instrucción Pública se abrió un segundo
momento de la educación durante el porfiriato. Destacado intelectual y político, Sierra se preocupó por
organizar la educación nacional, expandirla a todos los sectores sociales y elevar los niveles de
escolaridad (Martínez, 1992: 124). Como continuador de los ideales liberales de unidad nacional y
progreso, confirió una función civilizatoria a la labor educativa, la cual debía estar organizada como un
todo en un sistema con diferentes niveles de enseñanza. El Estado tenía que tutelar la educación primaria
para «transformar la población en un pueblo, en una democracia». Como cúspide del sistema, a la
universidad le correspondía «la educación nacional en sus medios superiores e ideales, logrando la
incorporación del conocimiento universal a las necesidades nacionales y con una visión nacionalista»
(Sierra, citado por Martínez, 1992: 129). La tenacidad de Sierra se hizo patente con la creación de la
Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, de la que fue su primer titular en 1905 y con la fundación
de la Universidad Nacional en 1910.
Durante el porfiriato la educación continuó siendo un sistema pequeño y de lenta expansión. De
1878 a 1990, se registró una tasa de crecimiento anual de la escolaridad por cada 1,000 habitantes de
3.2%. En una segunda fase, de 1900 a 1907, el ritmo disminuyó para situarse en una tasa de 2.7%. Según
datos aproximados, la tasa de escolaridad efectiva (relación entre la matrícula y la población de 5 a 15
años) era de 23%. Entre 1878 y 1907 sólo surgieron alrededor de 162 escuelas, un crecimiento de 2%
en 30 años (Martínez, 1992: 132).
En la administración porfiriana aparecieron en pocas ciudades y en número muy pequeño los
primeros jardines de niños. La educación primaria sólo llegó a las ciudades importantes, atendiendo
principalmente a una porción de las clases medias urbanas y semiurbanas. En cambio, la educación
superior recibió mayor atención: la escuela preparatoria surgió en todos los estados del país, los
institutos científicos y literarios se multiplicaron y sus contenidos y equipos didácticos mejoraron. En casi
todos los estados se contó con escuelas normales, en algunos se desarrolló la educación artística y, al
final del periodo (1910), se creó la Universidad Nacional.
En el terreno de las ideas, las realizaciones más destacadas del porfiriato fueron los cuatro grandes
congresos pedagógicos nacionales, el desarrollo de teoría educativa y el diseño de distintos enfoques
educativos (la educación popular, integral, liberal, nacional y para el progreso)10 (Álvarez, 1981: 111).
2.1.5 De la revolución mexicana al periodo de conciliación y consolidación (1910-1958).
Durante la revolución mexicana (1910-1917) la educación tuvo un escaso desarrollo. Sin embargo,
en algunos estados de la República los gobernadores revolucionarios impulsaron leyes que favorecieron
la educación popular y, en algunos casos, pese a las grandes dificultades económicas, crearon escuelas
y ampliaron el número de profesores (Gómez, 1981: 136-137).
El Congreso Constituyente de 1917 elevó por primera vez a rango constitucional el precepto de la
educación laica, obligatoria y gratuita. El Congreso estableció la prohibición al clero y a las asociaciones
religiosas de organizar o dirigir escuelas de educación primaria. La Constitución otorgó mayores
facultades educativas al Estado, el cual debía vigilar las escuelas primarias oficiales y privadas. Sin
embargo, la supresión de la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes determinada por el
Congreso, dificultó al gobierno federal impulsar el sector educativo. Los municipios tuvieron a su cargo
la educación, pero muchas escuelas cerraron por falta de recursos técnicos y humanos. Esta situación
cambió en 1921, cuando por iniciativa de José Vasconcelos fue creada la Secretaría de Educación
Pública (SEP), de la cual fue el primer titular. La creación de la SEP inaugura una tendencia hacia la
«federalización» educativa11.
Vasconcelos desplegó una intensa actividad educativa, guiado por la convicción de unificar a la
heterogénea y dispersa población mediante un nacionalismo que integrase las herencias indígenas e
hispánicas de los mexicanos. Con esos principios impulsó la alfabetización, la escuela rural, la instalación
de bibliotecas, la edición de libros de texto gratuitos, los desayunos escolares, las bellas artes y el
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intercambio cultural con el exterior. Uno de los aportes más importantes de la gestión de Vasconcelos
fue la educación rural: se crearon escuelas primarias y algunas normales rurales, y se formaron las
Misiones Culturales, grupos de maestros, profesionistas y técnicos que se dirigieron a diversas
localidades rurales para capacitar maestros y trabajar en favor de la comunidad (vacunación, organización
productiva, recreación) (Iturriaga, 1981: 159; Mejía, 1981: 199, 208-209).
En 1917, la Universidad Nacional de México era la única institución que agrupaba diversas escuelas
y colegios de educación superior. A raíz de un conflicto estudiantil en 1929, la Universidad obtuvo su
autonomía, conservando el financiamiento público. En 1933, la autonomía fue «plena», es decir, se
extendió también al plano financiero.
Entre 1917 y 1930 se crearon cuatro universidades y entre 1930 y 1948 otras siete12. Entre 1916
y 1931 se fundaron cinco escuelas técnicas superiores y cerca de treinta escuelas técnicas industriales
de nivel medio superior y de carácter propedéutico.
En el sexenio del general Lázaro Cárdenas (1934-1940) fue modificado el artículo tercero
constitucional para dar lugar a la educación «socialista» y, por primera vez en el texto constitucional,
obligar a las escuelas privadas a seguir los programas oficiales.
Aunque el significado de este concepto fue impreciso, la nueva orientación propuso ampliar las
oportunidades educativas de los trabajadores urbanos y rurales. En esos años se crearon internados,
comedores y becas; se impulsó la creación de escuelas vinculadas a centros de producción y se alentó
la educación técnica. En este último aspecto, la realización más importante del periodo fue la fundación
del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y de otros establecimientos tecnológicos. Al mismo tiempo, se
crearon escuelas regionales campesinas para formar maestros rurales y cuadros para la agricultura, se
establecieron escuelas vocacionales de nivel medio superior y centros educativos indígenas (Guevara,
1985: 9-16). Por otra parte, fueron creados el Instituto de Antropología e Historia y El Colegio de México
(Prawda, 1987: 28).
Como puede observarse en los cuadros 2.1.2 y 2.1.3, la educación creció en forma constante a
partir de 1907. De 1921 a 1940, la educación primaria creció más del doble. Destacan los periodos de
1921-1925 y de 1935 a 1940. En el primero, la matrícula creció 25.6% y el número de escuelas se
incrementó 19%. Al finalizar la década treinta, México tenía 1,960,755 alumnos y 21,874 escuelas de
educación primaria en las que trabajaban cerca de 40 mil maestros13. Comparadas con las de 1935 estas
cifras representaron un crecimiento de 30% en la matrícula, de 20.7% en el número de escuelas y de
29% en el profesorado14.
CUADRO 2.1.2
Matrícula por niveles. 1907-1940
Preesc. Prim. Secund. Sup. y Técnica Total
Preparat. Normal
1907 8880 657843 5782 9984 ND 682489
1921 ND 868040 ND ND ND ND
1925 11623 1090616 12435 16218 ND ND
1930 17426 1299899 17392 23713 40152 1358430
1935 21174 1509386 25358 15261 ND ND
1940 33848 1960755 ND ND ND ND
Fuentes: Solana, Fernando, et al. (1981) y Meneses (1986 y 1988).
Nota: Estos datos deben considerarse como aproximados, pues las fuentes originales son diversas y no siempre coincidentes.
CUADRO 2.1.3
Escuelas por niveles. 1907-1940
Preesc. Prim. Secund. Sup. y Técnica Total
Preparat. Normal
1907 79 9541 42 74 - 9736
1921 - 11041 - - - -
1925 74 13187 50 119 - -
1930 125 11379 81 147 179 11911
1935 322 18118 164 114 - -
1940 334 21847 ND ND - -
Fuente: Solana, Fernando et al. (1981).
Nota: Estos datos deben considerarse como indicativos pues las fuentes originales son diversas y no siempre coincidentes.
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La industrialización iniciada en los años treinta cobró mayor impulso con el modelo de sustitución
de importaciones puesto en práctica frente a la escasez de productos industriales que generó la segunda
guerra mundial. En esa nueva fase, México experimentó un rápido crecimiento demográfico y transitó
hacia la urbanización, de modo que al finalizar la década de los cincuenta la población rural pasó a ser
minoritaria. Al asumir la presidencia en el contexto de la guerra mundial, Manuel Ávila Camacho (1940-
1946) propuso una política de unidad nacional que tuvo expresiones en la doctrina y en las políticas
educativas del gobierno. Durante la posguerra, en el periodo conocido en México como de conciliación
y consolidación, Miguel Alemán, sucesor de Ávila Camacho, dio continuidad a la política de industrialización
y a la política educativa del gobierno anterior.
Entre 1940 y 1952, se redujo a 50% el analfabetismo de la población adulta. Entre 1940 y 1950 la
cobertura educativa continuó creciendo. En primaria, la matrícula se expandió 60% y en preescolar
276.4%. El número de maestros de este nivel aumentó 66.7% (1942-1952), (cuadro 2.1.4)pero la
cantidad de escuelas sólo se incrementó 8.9% . Por su parte, hacia 1952 la matrícula de educación
secundaria ascendía a casi 70 mil estudiantes, la de educación media superior a 37 mil y la de superior
a poco más de 30 mil (cuadro 2.1.5).
CUADRO 2.1.4
Matrícula, profesores y escuelas de Educación Preescolar y Primaria. 1940-1952.
1940 1945 1950 1952 Increm.%
Preescolar
Matrícula 38848 61410 115378 127396 276,4
Profesores ND 2139 2892 3443 61*
Escuelas 334 655 835 1007 201,5
Primaria
Matrícula 1960755 2624841 2997054 3141107 62,2
Profesores 43931** 54136 66577 73245 66,7***
Escuelas 21874 20966 23818 25331 15,8
* Período 1945-1952
** Dato de 1942
*** Periodo 1942-1952
Fuente: Dirección General de Programación de la SEP, en Solana F., et al. (1981: 596, 598).
CUADRO 2.1.5
Matrícula, profesores y escuelas de Educación Secundaria, Media Superior y Superior, 1950-
1952
1950 1952
Secundaria
Matrícula 69547 76021
Profesores 8702 11295
Escuelas 411 469
Media Superior
Matrícula 37329 42599
Profesores 6599 7407
Escuelas 192 186
Superior
Matrícula 29829 31953
Profesores 6126 5673
Escuelas 157 145
Fuente: Dirección General de Programación de la SEP, en Solana F., et. al., (1981: 596,598).
En 1944 se fundaron el Comité Administrador del Programa Federal de Construcción de Escuelas
(CAPFCE) y el Instituto Federal de Capacitación del Magisterio, el cual abrió normales en diversas partes
del país. En 1946 se fundó el Instituto Nacional de Bellas Artes. Algunos años más tarde, se crearon el
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Instituto Nacional Indigenista (1948), la Asociación Nacional de Universidades e Institutos de Enseñanza
Superior (ANUIES) (1950) y el Centro Regional de Educación de Adultos y Alfabetización Funcional para
América Latina (CREFAL) (1951). En 1952 se inauguró la Ciudad Universitaria de la Universidad
Nacional Autónoma de México.
En 1943 tuvo lugar la unificación de los sindicatos magisteriales. El nuevo Sindicato Nacional de
Trabajadores de la Educación (SNTE) fue reconocido mediante un decreto presidencial en 1944 como
el único organismo representativo de todo el magisterio nacional (Sotelo, 1981: 317).
La reforma del artículo 3º Constitucional en 1946, suprimió la educación socialista y en su lugar
postuló nuevos principios, como la educación integral, científica, democrática y nacional, basada en la
libertad, la justicia y la paz para mejorar la convivencia humana. (Sotelo, 1981: 325).
2.2 LA EDUCACIÓN EN MÉXICO. 1950-1990.
2.2.1 La expansión del sistema educativo.
Entre 1920 y 1950 el sistema educativo mexicano creció en forma constante pero moderada.
Durante esos años, la enseñanza primaria se concentraba principalmente en el medio urbano y los
niveles superiores tenían un carácter restringido. Ese patrón de crecimiento acabó a mediados de la
década cincuenta, dando lugar a un gran ciclo expansivo de treinta años que concluyó en los años
ochenta.
CUADRO 2.2.1
Matrícula, profesores y escuelas. 1950-1990.
Mat. Total Profesores Escuelas
1950 3249200 90896 25413
1960 5994079 145377 36018
1970 11177294 316734 54954
1980 20683158 723793 104144
1990 24504543 1113495 159968
Fuente: INEGI (1990); Salinas (1992); SEP (1991a)
CUADRO 2.2.2
Matrícula, profesores y escuelas, crecimiento porcentual. 1950-1990.
Mat. Total Profesores Escuelas
50-60 84,48 59,94 41,73
60-70 86,47 117,87 52,57
70-80 85,04 128,52 89,51
80-90 18,48 53,84 53,60
Desde la década cincuenta la acelerada urbanización, el crecimiento de la industria, los nuevos
patrones de consumo de algunos sectores de la población, la ampliación y diversificación del Estado y
el crecimiento demográfico impactaron al sistema educativo (Fuentes, 1979: 230-233). La expansión se
hizo más veloz, la educación adquirió grandes dimensiones y comenzó a incorporar a sectores sociales
antes excluidos, el cuerpo de profesores se ensanchó considerablemente, el sistema diversificó las
ofertas educativas y amplió el número de instituciones (cuadros 2.2.1 y 2.2.2). Algunos establecimientos,
en especial de educación superior, crecieron en grandes proporciones.
A partir de 1982, bajo el impacto de la crisis económica, el sistema educativo mexicano se internó
en un nuevo periodo con dos momentos claramente definidos: disminución progresiva de los ritmos de
crecimiento y decremento absoluto en el número de estudiantes. Esta última fase constituye un
fenómeno que no se había presentado en ningún otro momento de la historia escolar postrevolucionaria
(Fuentes, 1989: 10; 1992: 69).
a) Crecimiento de la matrícula.
De 1950 a 1980 la población de 6 a 24 años creció notoriamente en términos absolutos y relativos,
dentro de un proceso de rejuvenecimiento demográfico. En 1950 sumaba 11.7 millones, lo cual equivalía
al 45.4% de la población total. En 1980, había 33.2 millones de niños y jóvenes, el 49.7% de la población
OEI - Sistemas Educativos Nacionales - México 9
nacional. En treinta años, la población en edad escolar creció 183.3%, mientras que la población total
159.2%. La tendencia de alto crecimiento del grupo de 6 a 24 años se modificó sensiblemente en los años
ochenta al crecer a ritmos menores y disminuir su proporción en la población total (cuadro 2.2.3).
CUADRO 2.2.3
Evolución de la población total y del grupo 6-24 años. 1950-1990.
1950 1960 1970 1980 1990
(a)Total 25791017 34923129 48225238 66846833 81249646
Incr.% 0 35,41 38,09 38,61 21,55
(b)6-24 11716002 16157697 23205902 33189372 36328944
Incr.% 0 37,91 43,62 43,02 9,46
b/a % 45,43 46,27 48,12 49,65 44,71
Fuente: Censos de Población y Vivienda
En 1950 el sistema educativo atendió al 27.7% del conjunto de mexicanos en edad escolar y en
1980 al 62.3%. El número absoluto de población no atendida se incrementó, pero en términos
proporcionales disminuyó notoriamente. Entre 1980 y 1990 el número total de la población potencial no
atendida disminuyó en términos absolutos (cuadro 2.2.4)
CUADRO 2.2.4
Matrícula y grupo de edad 6-24 años. 1950-1990
(a)Matrícula (b)G.E.6-24 a/b
1950 3249200 11716002 27,73
1960 5994079 16157697 37,1
1970 11177294 23205902 48,17
1980 20683158 33189372 62,32
1990 24504543 36328944 67,45
Fuentes: Censos de Población y Vivienda; Estadísticas Históricas de México y Estadísticas Básicas del Sistema Educativo
Nacional.
El crecimiento de la matrícula implicó el tránsito a un sistema de grandes magnitudes. En 1950, la
matrícula total fue de 3,249,200 estudiantes y al finalizar la década setenta de 20,683,158 (cuadro 2.2.4).
En esas décadas, la primaria creció a un ritmo superior que el grupo de edad de 6 a 12 años hasta llegar
en 1980 a una tasa bruta de escolarización primaria superior al 100%15. La educación primaria alcanzó
en ese año una matrícula de poco más de 14 millones y medio de alumnos (cuadro 2.2.5). El ritmo de
crecimiento fue mucho más acelerado en los niveles preescolar y postbásicos, debido a un efecto
combinado de la ampliación de la demanda real y de las políticas estatales de expansión de estos niveles,
especialmente en las décadas sesenta y setenta. Una expresión del crecimiento fue el cambio en las
proporciones de la matrícula en los distintos niveles. En 1950 la primaria ocupaba más del 90% de la
matrícula total y en 1980 alrededor del 70%.
Durante esas tres décadas el sistema educativo mexicano creció en forma ininterrumpida.
Destacan las décadas de los cincuenta y setenta con un crecimiento acumulado de la matrícula de 77.1%
y 74.7% y con tasas medias anuales de 6.6% y 6.4% respectivamente. La década de los ochenta
constituye por el contrario, un periodo distinto. A partir de 1979 las tasas anuales de crecimiento
comienzan a disminuir constantemente hasta llegar a un decremento absoluto en el número de alumnos.
En 1990, el sistema tenía alrededor de 250 mil alumnos menos que en 1986. El crecimiento acumulado
entre 1981 y 1990 es de 18.5%, con un reclutamiento de 3,821,385 nuevos alumnos. La tasa media anual
de crecimiento en esos años se sitúa en 1.71%.
OEI - Sistemas Educativos Nacionales - México 10
CUADRO 2.2.5
Grupos de edad, matrícula de primaria y tasas de escolarización. 1980-1990.
6-12 6-14 Matrícula TE. 6-12 TE. 6-14
1980 13816597 17295147 14666257 106,15 81,0
1990 14701697 18835378 14401588 97,96 76,46
Incr.%80-90 6,41 8,91 -1,80
Fuentes: Censos de Población y Vivienda y Estadísticas Básicas del Sistema Educativo Nacional
A pesar de la pérdida de dinamismo en el crecimiento y de los decrementos absolutos de la
matrícula al finalizar el periodo, el crecimiento fue superior en términos relativos al de la población de 6
a 24 años. Entre 1980 y 1990 la matrícula total creció 18.5% mientras que dicha población creció 9.5%.
Sin embargo, en el caso de la educación primaria hubo 1.8% alumnos menos en 1990 con respecto a
1980, en tanto que, en el mismo lapso, el grupo de edad de 6 a 14 años creció 8,9% (cuadro 2.2.5).
Desde 1979 y hasta 1985 la educación preescolar tuvo un crecimiento sin paralelo en la historia
educativa nacional, alcanzando tasas anuales superiores al 20%. En los primeros cuatro años de la
década de los ochenta, más de un millón 300 mil nuevos alumnos se incorporaron a este nivel educativo.
No obstante, en la segunda mitad de la década la velocidad del crecimiento se redujo notoriamente. En
el decenio, la tasa media de crecimiento anual fue de 9.8%, superior a las registradas en los otros niveles
educativos (cuadros 2.2.6 y 2.2.7).
A partir de 1980 la primaria inicia un periodo que va de la disminución de los ritmos de crecimiento
al decrecimiento absoluto de la matrícula. En esa década la primaria presentó una tasa media anual
negativa (-0.18%) (cuadros 2.2.6 y 2.2.7). A pesar de ello, se redujo el abandono escolar del primero al
segundo grados, disminuyó ligeramente el porcentaje de población repetidora en esos grados y mejoró
significativamente la eficiencia terminal. En 1981-82 la población repetidora de primero y segundo grados
era de 30.2% y en 1989-90 de 29.3%. En 1980 la eficiencia terminal fue de 49.7% y en 1990 de 57.9%.
La secundaria creció a una tasa media anual de 3.3% en el decenio, adquiriendo un millón 156 mil
alumnos más que en 1980. En los cuatro primeros años de la década el crecimiento de la matrícula tendió
a estabilizarse, pero a partir de 1984 se inició una caída constante en las tasas anuales de crecimiento
(cuadro 2.2.7). Conviene señalar que, aunque la eficiencia terminal de la primaria mejoró, el primer
ingreso a la secundaria sólo representó en 1991-92 al 82.9% del egreso de la primaria. La eficiencia
terminal del nivel, por otro lado, tendió a disminuir: en 1980-81 era de 75% y en 1990-91 de 73%.
La enseñanza media superior creció 78% durante los años ochenta a ritmo veloz hasta 1984, año
a partir del cual la velocidad de crecimiento disminuyó sensiblemente. Al finalizar el periodo el nivel
prácticamente dejó de crecer. En promedio la tasa anual de crecimiento se situó en 5.9% (cuadro 2.2.7).
El primer ingreso a la educación media superior tuvo un crecimiento de 29.5% entre 1981 y 1991, pero
el nivel de absorción de egresados de secundaria disminuyó.
La educación superior presentó un crecimiento acumulado de 47.4% en la década, es decir, casi
293 mil alumnos más. El ritmo de ese crecimiento fue, sin embargo, mucho menor que el registrado en
las dos décadas anteriores. Mientras que en los años setenta creció a una tasa anual promedio de 12.3%,
en los ochenta lo hizo en 4%. A partir de 1987, la tasa de crecimiento de la matrícula fue menor que las
del grupo de edad y del egreso de la educación media superior, concluyendo el gran ciclo expansivo de
la enseñanza universitaria (cuadros 2.2.6 y 2.2.7).
OEI - Sistemas Educativos Nacionales - México 11
CUADRO 2.2.6
Matricula por niveles. 1980-1992.
Preescolar Primaria Secundaria Media Sup. Superior Total
1980 1071619 14666257 3033856 1180135 731291 20683158
1981 1376248 14981156 3348802 1363695 785419 21855320
1982 1690964 15222916 3583317 1535434 840368 22872999
1983 1893650 15376153 3841673 1627518 879240 23618234
1984 2147495 15219245 3969114 1744883 939513 24020250
1985 2381412 15124260 4179466 1897236 966384 24548758
1986 2547358 14994642 4294596 1936077 988078 24760751
1987 2625678 14768008 4347257 2012268 989414 24742625
1988 2668561 14656357 4355334 2070471 1033207 24783930
1989 2662588 14493763 4267156 2091920 1069565 24584992
1990 2734054 14401588 4190190 2100520 1078191 24504543
Incr.% 80-90 160,5 -1,8 38,1 78,0 47,4 18,5
Fuentes: Salinas (1992).
CUADRO 2.2.7
Tasas anuales de crecimiento por niveles. 1980-1992.
Preescolar Primaria Secundaria Media Sup. Superior Total
1980-81 28,43 2,15 10,38 15,55 7,40 5,67
1981-82 22,87 1,61 7,00 12,59 7,00 4,66
1982-83 11,99 1,01 7,21 6,00 4,63 3,26
1983-84 13,41 -1,02 7,21 7,21 6,86 1,70
1984-85 10,89 -0,62 3,32 8,73 2,86 2,20
1985-86 6,97 -0,86 5,30 2,05 2,24 0,86
1986-87 3,07 -1,51 2,75 3,94 0,14 -0,07
1987-88 1,63 -0,76 1,23 2,89 4,43 0,17
1988-89 -0,22 -1,11 0,19 1,04 3,52 -0,80
1989-90 2,68 -0,64 -2,02 0,41 0,81 -0,33
Tasa anual media 9,82 -0,18 3,28 5,94 3,96 1,71
b) Acceso social a la educación y desigualdades regionales.
El proceso de expansión del sistema educativo mexicano modificó los viejos patrones elitistas de
acceso a la educación y amplió las oportunidades de escolarización en las entidades federativas más
rezagadas. Sin embargo, la desigualdad en las oportunidades de escolarización de los diferentes
sectores sociales ha tendido a transferirse hacia los niveles educativos postbásicos, particularmente los
niveles medios superior y superior, y persisten disparidades educativas entre los estados y regiones del
país.
Aunque hay pocos estudios al respecto, las evidencias existentes permiten señalar que la
permanencia y la promoción escolares están relacionadas con factores económicos, sociales y
culturales de las diversas regiones del país y con el origen socioeconómico de los estudiantes. Sin
embargo, es difícil establecer relaciones directas entre escolaridad y origen social. En los últimos años
estas relaciones son particularmente evidentes en los extremos de la pirámide social pero inciertas en
los estratos intermedios16. En éstos las posibilidades de escolarización «están mediadas por la
disponibilidad real de una oferta accesible y sobre todo por las condiciones culturales de la familia, en
particular por la valorización asignada en la escuela» (Fuentes, 1989:17).
OEI - Sistemas Educativos Nacionales - México 12
Pese a la selectividad social y a las desigualdades regionales, cada año se fueron generando
oportunidades escolares que aumentaron el nivel educativo medio de la población mexicana y
disminuyeron el tamaño del grupo totalmente marginado de la escuela. Entre 1970 y 1990, el sector de
la población que no recibía atención escolar de algún tipo se redujo significativamente. Según datos
censales, el 36.1% de la población de 6 a 14 años en 1970 no asistía a la escuela y el 13.4% en 1990.
En las entidades federativas la distribución social de las oportunidades de escolarización es diversa
y persisten desigualdades en el ingreso, la permanencia y el egreso escolares. Todo ello, por supuesto,
está relacionado históricamente con factores socioeconómicos, políticos y culturales de los estados.
En las décadas de los años cincuenta, sesenta y setenta los estados de menor desarrollo
socioeducativo tendieron, en general, a incrementar la atención educativa básica con ritmos más rápidos
que los estados de mayor desarrollo. Sin embargo, no alcanzaron los índices de cobertura logrados por
estos últimos. Mientras los estados de bajo desarrollo emprendían una veloz carrera por ampliar sus
sistemas, particularmente en los niveles básicos, los estados con mayor desarrollo pudieron centrar
buena parte de sus esfuerzos expansivos en niveles postprimarios17 (Muñoz, 1973: 33).
En la década ochenta esa tendencia general continuó, con una variación importante en el nivel
superior. Por ejemplo, Chiapas, el estado con los mayores índices de rezago educativo, registró uno de
los crecimientos porcentuales más altos de las matrículas en todos los niveles. En el extremo opuesto,
el Distrito Federal presentó una disminución absoluta de su matrícula total. Casi todos los estados del
norte, en general situados en el país con indicadores altos de alfabetización y eficiencia terminal, también
tuvieron tasas de crecimiento menores a los de la media nacional y, en muchos casos, las matrículas
de primaria tuvieron decrementos absolutos. A pesar de su mayor expansión proporcional, los estados
más rezagados no alcanzaron los indicadores de los estados de desarrollo educativo medio y alto.
La variación de la tendencia en lo que respecta a la educación superior consistió en la estabilización
y en algunos casos decremento de las matrículas en los estados con sistemas históricamente grandes.
Las tasas de crecimiento de la educación superior registraron una declinación general en la década
ochenta, pero los estados de escolarización «tardía» y de menor desarrollo del nivel educativo superior
las tasas fueron consistentemente altas lo cual indica que todavía tiene un amplio campo de
reclutamiento social que probablemente permita la expansión durante unos años más (Kent, 1992: 15-
16)18.
En general, todas las entidades federativas han abatido los porcentajes de población analfabeta.
Sin embargo, según datos del censo de 1990, sólo Baja California, el Distrito Federal y Nuevo León
registran un porcentaje de analfabetos menor a 5%. Por el contrario, 11 estados superan el promedio
nacional y, dentro de éstos, hay algunos con proporciones superiores a 20%, como Chiapas (30%),
Oaxaca (27.5%), Guerrero (26.8%), Hidalgo (20.7%). Estos estados han mejorado sus índices de
alfabetismo a mayor velocidad que otros, pero conservan una situación de gran rezago. Por ejemplo, en
1950 sólo el 34.6% de la población chiapaneca sabía leer y escribir, mientras que en 1990 el 70% ya
estaba en esa condición; en el otro extremo, el alfabetismo en el Distrito Federal en 1950 llegaba al 86.9%
y en 1990 al 94.1%.
Los avances en la eficiencia terminal del nivel primario presentan diferencias significativas en cada
entidad. En 1980, por ejemplo, la tasa de eficiencia terminal de primaria en Chiapas fue de 24.7% y en
1990 de 28.2%. Se registró un avance, sin lugar a dudas, pero las tasas son muy inferiores a las de Nuevo
León, donde el 68.7% de sus alumnos terminaban la educación primaria en 1980 y el 73.7% en 1990.
c) Crecimiento del número de establecimientos.
La expansión del sistema educativo implicó la multiplicación de escuelas en todo el país. En 1950
había 25,413 escuelas de todos los niveles y en 1990 la cifra llegó a 156,165. La década de los setenta,
en especial su segunda mitad, destaca por el gran aumento de escuelas (cuadro 2.2.8).
En la primera mitad de la década de los ochenta, el crecimiento en el número de escuelas se
mantuvo alto, principalmente por la expansión del nivel preescolar que ganó 22,708 escuelas. En la
segunda mitad de la década, el crecimiento disminuyó. Al finalizar la década, destaca la reducción del
número de escuelas normales: de 858 normales existentes en 1985 se llega a 461 en 1990 (cuadro 2.2.8)
Esta disminución se presentó en todas las modalidades de educación normal, excepto en las normales
para secundaria. Las causas de este fenómeno deben encontrarse en el desestímulo de la demanda a
raíz del aumento de los requisitos de ingreso, de la elevación del grado académico y de las bajas
remuneraciones salariales que afectaron al magisterio en esos años19.
OEI - Sistemas Educativos Nacionales - México 13
CUADRO 2.2.8
Escuelas por nivel. 1950-1990
Total Preescolar Primaria Secundaria Media Sup Normal Superior
1950 25,413 835 23,818 411 192 157
1955 29,812 1,294 27,520 611 220 167
1960 36,018 1,852 32,533 1,140 360 133
1965 42,358 2,469 37,288 1,858 505 238
1970* 53,885 3,077 45,074 4,249 869 250 366
1975 68,893 4,156 55,618 6,798 1,494 324 503
1980 101,638 12,941 76,024 8,873 2,428 538 834
1985 135,154 35,649 76,690 15,657 4,953 858 1,347
1990 156,165 46,736 82,280 19,228 6,222 461 1,238
Fuentes: INEGI (1990); Salinas (1993a).
* A partir de 1970, datos de Salinas (1993a).
CUADRO 2.2.9
Escuelas por nivel. Crecimiento porcentual. 1950-1990
Total Preescolar Primaria Secundaria Media Sup. Normal Superior
50-55 17,31 54,97 15,54 48,66 14,58 6,37
55-60 20,82 43,12 18,22 86,58 63,64 -20,36
60-65 17,60 33,32 14,62 62,98 40,28 78,95
65-70 27,21 24,63 20,88 128,69 72,08 53,78
70-75 27,85 35,07 23,39 59,99 71,92 29,60 37,43
75-80 47,53 211,38 36,69 30,52 62,52 66,05 65,81
80-85 32,98 175,47 0,88 76,46 104,00 59,48 61,51
85-90 15,55 31,10 7,29 22,81 25,62 -46,27 -8,09
Fuentes: INEGI (1990); Salinas (1993a).
2.2.2 La política educativa del gobierno federal, 1952-1993.
a) La presidencia de Adolfo Ruiz Cortines, 1952-1958.
El gobierno del presidente Adolfo Ruiz Cortines consolidó las realizaciones educativas de los
gobiernos anteriores. En esos años el gobierno aumentó los gastos en educación, especialmente los
subsidios a las universidades y los salarios de los profesores, y en general aplicó con mayor eficacia y
economía los fondos federales. Los servicios educativos continuaron creciendo pero no se llevaron a
cabo reformas en los métodos, programas de estudio o los textos escolares (Cardiel, 1981: 348).
En este periodo presidencial se creó el Consejo Nacional Técnico de la Educación (CONALTE) y
el Centro de Investigación y Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (CINVESTAV-IPN).
En el Instituto Nacional de Bellas Artes las actividades se multiplicaron, se crearon institutos regionales,
grupos artísticos y centros de educación estética en varias ciudades del país y se construyeron
instalaciones para las artes dramáticas en la ciudad de México, entre ellas el Auditorio Nacional, los
edificios de la Escuela de Teatro y de la Académica de la Danza Mexicana (Cardiel, 1981: 354-356).
b) La presidencia de Adolfo López Mateos, 1958-1964.
Adolfo López Mateos consideró prioritario ampliar las oportunidades educativas y apoyar la
educación normal y la capacitación para el trabajo. La educación había registrado avances, pero todavía
en 1958 uno de cada dos mexicanos no sabía leer y las insuficiencias de los servicios así como la
inequitativa distribución de la oferta hacían que el nivel básico fuese poco accesible para amplios
sectores de la población. En esas condiciones, el gobierno promovió la expansión acelerada del servicio
educativo: se incorporaron poco más de dos millones 800 mil estudiantes, se duplicaron en términos
reales los recursos federales destinados a la educación, se construyeron más de 21 mil aulas, se
OEI - Sistemas Educativos Nacionales - México 14
fortalecieron los servicios de mejoramiento profesional del magisterio y se reformaron planes y
programas de educación normal. Entre las políticas más importantes del sexenio, se encuentran la
formulación e inicio del Plan de Once Años, la implantación del libro de texto gratuito para la primaria y
la reforma de los planes y programas de estudio de primaria y secundaria (Noriega, 1985: 19-20).
El Plan para el Mejoramiento y la Expansión de la Educación Primaria en México, conocido como
Plan de Once Años por el lapso en que se cumplirían sus objetivos, propuso satisfacer toda la demanda
de educación primaria. Al cabo de los 11 años el objetivo central no logró cumplirse20: en 1970 aún
quedaban fuera de la escuela alrededor de 2 millones de niños y persistieron diferencias entre el medio
rural y urbano, que sólo atendieron al 83% y al 62% de la demanda respectivamente. No obstante, el Plan
constituyó «un gran salto hacia adelante en el intento de proporcionar educación primaria a todos los
mexicanos» (Caballero, 1981: 371) y, como señaló Prawda (1987: 29), fue «el primer intento de
planificación oficial del sistema educativo mexicano».
La gratuidad y la obligatoriedad de la primaria fundamentó la iniciativa para elaborar libros de texto
gratuitos, los cuales beneficiaron a miles de estudiantes de bajos recursos y a los que su ubicación
geográfica dificultaba el acceso a materiales educativos. La propuesta fue ofrecer a los alumnos un
mínimo de conocimientos y destrezas sin distinción de condiciones sociales. Para editar los libros se creó
la Comisión Nacional de los Libros de Texto Gratuito (CONALITEG) y se convocó a un concurso público
para elaborarlos. Sin embargo, la falta de calidad de muchas obras presentadas llevó a la CONALITEG
a encargar la redacción de textos a maestros de competencia reconocida. La primera edición alcanzó
casi 15 millones y medio de ejemplares y entre 1960 y 1964 se editaron más de 107 millones de libros
y cuadernos de trabajo (Caballero, 1981: 376). Algunos sectores ligados a la educación privada se
opusieron a la obligatoriedad de los libros de texto gratuito21.
En cuanto a la formación de maestros se desplegaron diversas políticas. En 1959 las escuelas
normales de preescolar y primaria reformaron sus planes y programas de estudio. Las escuelas normales
y el Instituto Federal de Capacitación del Magisterio, encargado de capacitar maestros a distancia,
recibieron aumentos en sus recursos. Se crearon dos Centros Normales Regionales y las Normales de
Capacitación para el Trabajo Industrial y Agrícola. Se construyeron los edificios de las escuelas normales
de Especialización y Superior de Maestros y del Instituto Nacional de Pedagogía. El Instituto Federal de
Capacitación del Magisterio capacitó y tituló más de 17 mil maestros, descentralizó su funcionamiento
y desarrolló un amplio programa editorial con un tiraje de dos millones y medio de ejemplares de diversos
títulos (Caballero, 1981: 386).
El nivel medio superior duplicó su matrícula, un crecimiento que dio inicio a la masificación de los
niveles educativos superiores, y sus planes y programas de estudio fueron reformados, con el objetivo
de integrar las preparatorias22 de tipo universitario en un bachillerato único promovido por la ANUIES
(Noriega, 1985: 26).
La educación superior, por su parte, recibió mayores recursos financieros. Fueron creados el
Centro Nacional de Educación Tecnológica Industrial y el Centro de Investigación y de Estudios
Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (CINVESTAV-IPN). Al mismo tiempo se abrieron Institutos
Tecnológicos Regionales, se concluyeron las obras de la Unidad Profesional Zacatenco y de otras
escuelas del IPN, y se creó la Subsecretaría de Enseñanza Técnica Superior. Las universidades en los
estados ampliaron sus matrículas y las instituciones particulares iniciaron su expansión (Noriega: 1985,
26-29; Caballero, 1981: 391; Prawda, 1987: 28-29).
Con el objetivo de ofrecer salidas laterales que posibilitaran la incorporación al trabajo a los alumnos
que no accedieran a los niveles educativos superiores, entre 1963 y 1964 se implantó un amplio conjunto
de programas de adiestramiento para el trabajo industrial y agrícola (Caballero:1981, 392-394).
c) La presidencia de Gustavo Díaz Ordaz, 1964-1970.
Las propuestas educativas del presidente Díaz Ordaz fueron semejantes a las del gobierno que lo
precedió. Sin embargo, el ritmo de crecimiento del sistema disminuyó. El crecimiento acumulado de la
matrícula total fue de 42.2%, mientras que en el sexenio anterior acumuló 58.2% (cuadro 2.2.10).
Entre 1964 y 1970, se instaló la Comisión de Planeamiento Integral de la Educación, se implantaron
algunas medidas para ampliar la cobertura de la educación elemental, abatir sus costos y aliviar la
presión de la demanda por estudios superiores, como el uso experimental de medios masivos de
comunicación para la enseñanza primaria, la secundaria y la alfabetización, la creación del Sistema
Nacional de Orientación Vocacional y la apertura de nuevas posibilidades en la enseñanza media
OEI - Sistemas Educativos Nacionales - México 15
superior. Por otra parte, se inició la unificación de los calendarios escolares y se intentó modernizar la
administración (Noriega, 1985; Prawda, 1987: 30).
Durante el sexenio la educación secundaria creció un 150% y recibió especial atención. Todas las
escuelas de este nivel pasaron a regirse por un mismo plan y programas de estudio; por cada secundaria
general se creó una técnica; y se impulsaron las escuelas secundarias técnicas agropecuarias
(González, 1981: 413; Meneses, 1991: 123).
d) La presidencia de Luis Echeverría Álvarez, 1970-1976.
En el marco de una política de reforma educativa, el gobierno de Luis Echeverría propició una
considerable expansión y diversificación de los servicios educativos, la multiplicación de las instituciones
en todo el país y su crecimiento interno, la reforma a los planes y programas de primaria y secundaria,
la edición de nuevos libros de texto gratuito y la promulgación de nuevas leyes en materia educativa y
de patrimonio cultural23.
Durante el sexenio se crearon diversas instituciones de enseñanza media superior y superior, así
como el Consejo Nacional de Fomento Educativo (CONAFE), el Centro de Estudios de Métodos y
Procedimientos Avanzados de la Educación (CEMPAE) y el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología
(CONACYT). En ese sexenio se impulsó la enseñanza abierta, se creó el Sistema de Primaria Intensiva
para Adultos, se fundaron escuelas para el aprovechamiento de recursos marinos y la investigación
educativa a través del Departamento de Investigaciones Educativas del CINVESTAV-IPN y del Centro
de Investigaciones Superiores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
En 1972 se promulgó la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicas, Artísticas e
Históricas, la cual afirmó la propiedad nacional del patrimonio histórico y artístico, así como su protección
y exploración (González, 1981: 423).
La Ley Federal de Educación de 1973 estableció que la educación es un servicio de carácter público
que ejerce el Estado y la iniciativa privada bajo las condiciones que éste señale; organizó al sistema
educativo nacional; estableció la función social educativa, las bases del proceso educativo y los derechos
y obligaciones sobre la materia. Dicha ley reiteró la gratuidad de la educación impartida por el Estado
y el derecho que todos los habitantes del país tienen de recibir educación con las mismas oportunidades;
estableció las modalidades escolar y extraescolar y nuevos procedimientos de revalidación y equivalencia
de estudios; y aseguró el principio de libertad educativa (González, 1981: 416).
La Ley Nacional de Educación para Adultos de 1976, normó y reguló la educación para los mayores
de 15 años que no habían cursado o concluido la primaria o la secundaria. Esta educación fue concebida
como educación extraescolar, basada en el autodidactismo y la solidaridad social, y cuyos planes y
programas favorecerían la capacitación para el trabajo (González, 1981: 419).
Para dar curso a la intensa actividad y a la expansión acelerada del sistema, la Secretaría de
Educación Pública modificó su estructura orgánica y creó la Subsecretaría de Planeación y Coordinación
Educativa (Meneses, 1991: 330). La SEP inició la desconcentración técnico-administrativa con la
creación de 39 unidades y subunidades de servicios descentralizados en las ciudades más importantes
de las nueve regiones en las que fue dividido el país (Noriega, 1985: 71). Al mismo tiempo, la
Subsecretaría de Planeación y Coordinación Educativa impulsó medidas técnico administrativas para
mejorar el control escolar, generar estadísticas confiables, asignar maestros de primaria y elaborar los
programas y el presupuesto educativos. Asimismo se implantó un nuevo reglamento de escalafón de los
trabajadores de la SEP y se emitieron varios acuerdos para regular la titulación y regularización de
maestros (Prawda, 1987: 31).
El nivel preescolar creció 52% a lo largo del sexenio, lo cual indica que se incorporaron más de 200
mil nuevos estudiantes (cuadro 2.2.10). Pero la expansión todavía fue limitada puesto que en 1976 sólo
el 14% de los niños entre cuatro y cinco años asistía a este nivel (Noriega, 1985: 58).
La primaria fue uno de los principales núcleos de la reforma educativa. Sin embargo, no alcanzó
el ritmo de crecimiento del sexenio anterior. Mientras que entre 1964-1970 la matrícula creció 34%, en
este periodo se incrementó 31.5%, a pesar de que se abrieron opciones para ampliar la oferta mediante
cursos comunitarios, albergues escolares y centros regionales de educación elemental (cuadro 2.2.10).
La eficiencia terminal, aún baja, mostró una mejoría de 16% con respecto a la generación de 1965-1970,
debido en gran parte a la expansión de los servicios urbanos con escuelas de organización completa.
Al finalizar el periodo existían 21 mil escuelas incompletas, de las cuales el 15% eran escuelas unitarias
ubicadas en pequeñas poblaciones rurales (Noriega, 1985: 59-60).
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Por otra parte, los nuevos programas y libros de texto de primaria sustituyeron las asignaturas de
geografía, civismo e historia por el área de ciencias sociales; en ciencias naturales se incluyeron temas
de educación sexual que despertaron polémicas en algunos sectores sociales y se introdujeron la
gramática estructural y un nuevo enfoque en la matemática. El tiraje de libros educativos ascendió a 543
millones de ejemplares, un incremento de casi 200 millones respecto a los distribuidos en total durante
los 10 años anteriores.
La matrícula de secundaria registró un crecimiento de 94.9%, inferior también al del sexenio anterior
que había alcanzado un crecimiento acumulado de 150% (cuadro 2.2.10). No obstante, dio cabida a poco
más de un millón de nuevos alumnos, un tercio más que en el sexenio anterior. Las secundarias técnicas
fueron objeto de especial apoyo, bajo la premisa de formar cuadros para el desarrollo socioeconómico.
La reforma educativa no logró implantarse en todas las escuelas del nivel. En 1974, la SEP autorizó
a las escuelas secundarias a optar por los nuevos programas de áreas o por los anteriores de
asignaturas.
En el nivel medio superior se desarrolló una vigorosa política expansiva. Al finalizar el período
presidencial de Luis Echeverría, el nivel había acumulado un crecimiento de 188% (cuadro 2.2.10). Las
preparatorias universitarias y otras opciones terminales y ambivalentes (terminales y propedéuticas)
fueron apoyadas. Así, se crearon el Colegio de Ciencias y Humanidades de la UNAM y el Colegio de
Bachilleres, se impulsaron los Centros de Estudios Científicos y Tecnológicos (CECYT), los Centros de
Estudios Tecnológicos (CET), los Centros de Estudios Tecnológicos Agropecuarios (CETA) y los
Institutos Tecnológicos Agropecuarios y Pesqueros24, creados en 1973. Al mismo tiempo, se iniciaron
experiencias de educación abierta en el D.F. y en Monterrey. Con ello, la absorción de egresados de
secundaria se elevó del 72% en 1970 a casi 80% en 1976 (Noriega, 1985: 63-65).
En las instituciones de nueva creación, se atendieron las recomendaciones formuladas por la
ANUIES en 1971 para implantar un sistema de cursos semestrales, articular a las instituciones del nivel,
dividir los contenidos escolares en tres áreas y aplicar un sistema de créditos académicos (Noriega,
1985: 65).
La educación superior creció 156%, es decir, matriculó a 332,301 estudiantes más que en 1970
(cuadro 2.2.10). La matrícula sumó 545,182 estudiantes. Un hecho notorio fue la tendencia a la
«federalización» del gasto en este nivel, es decir, al aumento de la participación del financiamiento
federal, el cual superó el 50% de los ingresos de las universidades estatales. Otra tendencia importante,
aún incipiente pero en ascenso, fue la desconcentración de la matrícula. Paulatinamente, instituciones
ubicadas en los estados comenzaron a aumentar su participación en el total de matrícula, en tanto que
la matrícula de instituciones del D.F., en especial la UNAM y el IPN, disminuyó en términos porcentuales.
En este proceso influyó la creación de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), con cinco
unidades en el D.F.. La UAM fue una novedosa propuesta, que modificó los esquemas con los que
tradicionalmente se habían organizado las universidades públicas, mediante una estructura de unidades,
divisiones por grandes áreas profesionales y departamentos. (Noriega, 1985: 67).
En lo que se refiere a la educación para adultos, los servicios continuaron ampliándose. Los centros
de alfabetización pasaron a ser Centros de Educación Básica para Adultos (CEBA), los cuales operaban
en centros urbanos, y se establecieron los sistemas abiertos de enseñanza. La población atendida creció
en forma significativa: de 13,500 en 1971 se pasó a 125,000 en 1976. El presupuesto asignado a este
rubro, por su parte, se incrementó casi doce veces. No obstante, dentro de la población mayor de 15
años, en 1976 aún existían más de 6 millones de analfabetos, 12 millones con primaria inconclusa y 9
millones con primaria completa pero sin secundaria. (Noriega, 1985: 69).
La educación normal también experimentó un crecimiento importante. En 1970 habían 56 mil
estudiantes en las escuelas normales de preescolar, primaria, educación física, técnica industrial y
técnica agropecuaria, y 136 mil en 1976. La mayor parte de esa matrícula se encontraba en escuelas
particulares. En 1975 se abrió el programa de actualización y mejoramiento del magisterio para ofrecer
el nivel de licenciatura en educación a través de cursos abiertos y talleres de verano. En 1976 había 60
mil maestros inscritos en el programa. (Noriega, 1985: 69-70).
e) La presidencia de José López Portillo, 1976-1982.
El gobierno de López Portillo elaboró el Plan Nacional de Educación (PNE). Dicho Plan consistió
en un diagnóstico y en un conjunto de programas y objetivos. En 1978 se declaró prioritaria la educación
preescolar y se puso en marcha el Programa de Educación para Todos cuyo objetivo fue atender a todos
los niños que demandaran la escuela primaria. Durante el sexenio se impulsó la educación terminal, se
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buscó regular, mediante la planeación, a la educación superior y se creó la Universidad Pedagógica
Nacional (UPN). En este sexenio adquirieron relevancia las preocupaciones sobre la calidad y la atención
al rezago educativos.
El diagnóstico del PNE llamó la atención sobre diversos problemas de la educación preescolar: la
atención a la demanda potencial era baja; la distribución de oportunidades era desigual al concentrarse
en el medio urbano y atender casi exclusivamente a sectores sociales medios y altos; y los bajos índices
de eficiencia en los primeros grados de la primaria estaban asociados con la inasistencia de los niños
a la educación preescolar. Ante ello, el gobierno se trazó la meta de atender al 70% de los niños de cinco
años, porcentaje que no pudo alcanzarse al finalizar el sexenio25. Sin embargo, se consiguió aumentar
la matrícula en 1,830,000 alumnos, lo cual representó un incremento de 178% en 1982 con respecto a
1976 (cuadro 2.2.10). Al mismo tiempo, la creciente demanda de escolarización en el nivel, generada
entre otras razones por el aumento de madres trabajadoras, hizo que la oferta privada de preescolar
canalizara una parte de la demanda. Así, el sector particular aumentó su participación porcentual en la
matrícula total, pasando del 8% en 1976-77 al 12.1% en 1981-82 (Noriega, 1985: 82).
En la educación primaria, el reto fue atender a la población marginada de la escuela, cerca de 1.8
millones de niños en 1977-7826. El programa logró aumentar la matrícula en 3.2 millones de alumnos, un
crecimiento de 26.6% en 1982 en relación con 1976; completar 16 mil escuelas incompletas; ofrecer
primaria en 25,400 localidades que no contaban con el servicio; elevar la eficiencia terminal de 46 a 53%
y atender a casi 200 mil niños mediante cursos comunitarios, un crecimiento de 166% con respecto a
197627 (cuadro 2.2.10). A partir de septiembre de 1980, todos los niños en edad escolar que solicitaron
inscripción en la escuela primaria fueron matriculados. No obstante, debe mencionarse que el abandono
escolar continuó siendo elevado, que los desequilibrios regionales persistieron28 y que muchos niños
permanecieron al margen de la escuela por motivos socioeconómicos.
La secundaria registró un crecimiento de 70% entre 1976 y 1982, inferior, empero, al 150%
acumulado en el sexenio anterior. En total, este nivel incrementó la inscripción en 1.47 millones de
alumnos. En 1981-82, las escuelas federales atendieron al 68% de la matrícula total, 9.3% más que en
1975-76, en tanto que las privadas disminuyeron su participación de 25.8 a 16%. La secundaria absorbió
en 1981-82 a cerca del 90% del egreso de primaria y elevó su eficiencia terminal de 70.7% en 1976-77
a 74.5% en 1981-82 (Noriega, 1985: 85-86).
En conjunto, la educación media superior creció 73% entre 1976 y 1982 (cuadro 2.2.10). Dentro
de este nivel, la educación profesional media (media superior terminal) registró el mayor crecimiento
porcentual: en 1982 la matrícula se había incrementado 271.9%. Por su lado, el bachillerato (media
superior propedéutica o bivalente) acumuló un crecimiento de 103% en el mismo periodo. Ello indica el
fuerte impulso otorgado a la educación vinculada al trabajo, dentro de una estrategia de
descongestionamiento de la demanda de educación superior y de incorporación de egresados jóvenes
a las actividades económicas. Para ello se creó en 1978 el Colegio Nacional de Educación Profesional
Técnica (CONALEP), el cual en 1983 sumó 167 planteles en todo el país, con 87.6 mil alumnos29.
En lo que se refiere a los bachilleratos generales, el gobierno federal impulsó principalmente los
bachilleratos no universitarios, a través del Colegio de Bachilleres. En 1977 el Colegio reunía alrededor
de 75 mil alumnos y en 1981 221 mil, de los cuales el 61% se localizaba en los estados del país y el 16%
estudiaba en sistemas abiertos. Por su parte, las escuelas particulares aumentaron su porcentaje en la
matrícula total del nivel, al pasar de 22.8% en 1976-77 a 26% en 1981-82.
Durante el sexenio de López Portillo se avanzó en el diseño e instrumentación de un marco general
para coordinar y planear la educación superior. En 1976 la SEP creó la Coordinación General de
Educación Superior, Ciencia y Tecnología, la cual en 1978 se transformó en Subsecretaría de Educación
Superior e Investigación Científica; en 1978 fue promulgada la Ley Nacional de Coordinación de la
Educación Superior; en 1979 se constituyó la Coordinación Nacional para la Planeación de la Educación
Superior (CONPES); en 1980 la autonomía universitaria fue elevada a rango constitucional; y en 1981
se dio a conocer el Plan Nacional de Educación Superior.
La Ley para la Coordinación de la Educación Superior, primera ley nacional referida a este nivel
educativo, establece las bases para la distribución de la función educativa entre el gobierno federal, los
estados y los municipios y la previsión de las aportaciones económicas correspondientes. Asimismo la
ley reúne un conjunto de principios para ordenar las condiciones de integración, composición, expansión
y desarrollo de la educación superior (Rangel, 1983: 68, 92-105).
OEI - Sistemas Educativos Nacionales - México 18
La CONPES quedó integrada por el Secretario de Educación Pública, los rectores del Consejo
Nacional de la ANUIES y funcionarios de la SEP. La CONPES se dio a la tarea de instalar ocho Consejos
Regionales de Planeación (CORPES) y 31 Comisiones Estatales (COEPES). Cada una de las
instituciones de educación superior, a su vez, creó unidades especiales para la planeación. De este
modo, se constituyó un Sistema Nacional de Planeación Permanente de la Educación Superior con
niveles nacional, regional, estatal e institucional.
En julio de 1981, la CONPES presentó ante la XX Reunión de la Asamblea General de la ANUIES
el proyecto de Plan Nacional 1981-1991, mismo que fue aprobado por los rectores y directores de las
universidades e instituciones de educación superior. El Plan Nacional constituye el primer instrumento
en su género diseñado con la participación de las IES, la ANUIES y el gobierno federal. La fundamentación
central del Plan fue racionalizar el crecimiento y coordinar este nivel educativo con las necesidades de
desarrollo nacional.
Ese complejo sistema de organismos y normas para la educación superior buscó a mediano y largo
plazo orientar el desarrollo de las instituciones de educación superior, mediante el apoyo financiero a
proyectos específicos. Cabe recordar que una porción importante de instituciones gozan de autonomía
universitaria y que se han desarrollado con lógicas y dinámicas locales y bajo la presión de la demanda
social, orientada por patrones tradicionales de selección de carreras. En ese panorama, el marco legal
y de planeación de la educación superior tendría la función de orientar y coordinar el desarrollo
universitario con el objetivo de regular el crecimiento del sistema, en especial el de las grandes
instituciones, y redistribuir la demanda en las diversas ofertas formativas.
En 1980 el Artículo Tercero Constitucional incluyó el concepto de autonomía universitaria. En esa
adición constitucional la autonomía fue concebida como el ejercicio de ciertas facultades que el Estado
otorga a entidades públicas no centralizadas. La autonomía se otorga, así, mediante un acto jurídico
emanado del Poder Legislativo, federal o estatal, e implica el derecho y la obligación de las instituciones
a autogobernarse, expedir sus normas y reglamentos, realizar sus fines con respeto a la libertad de
cátedra e investigación y de libre examen y discusión de las ideas, determinar sus planes y programas
de estudio, fijar los términos de ingreso, promoción y permanencia del personal académico y administrar
su patrimonio (Rangel, 1983: 112-119).
En lo que se refiere a la expansión de la educación superior, la matrícula disminuyó sensiblemente
sus ritmos de crecimiento durante el sexenio de López Portillo. En 1982, la matrícula fue de 840.4 mil
estudiantes, casi 400 mil estudiantes más que en 1976. A lo largo de esos seis años acumuló un
crecimiento de 54%, que contrasta con el 156% registrado en el sexenio anterior (cuadro 2.2.10). La
UNAM redujo su ritmo de crecimiento y el IPN disminuyó su matrícula. La UAM canalizó una porción de
la demanda y los Institutos Tecnológicos Regionales sobrepasaron el doble de su inscripción al finalizar
el sexenio (Noriega, 1985: 89).
Por otro lado, en 1978 las autoridades educativas calculaban que existían seis millones de adultos
analfabetos y 13 millones sin concluir la primaria. Ante ese panorama, en 1978 el gobierno federal puso
en marcha el Programa Nacional de Educación a Grupos Marginados y en 1981 elaboró el Programa
Nacional de Alfabetización y creó el Instituto Nacional de Educación para Adultos (INEA). En 1980 se
atendieron poco más de un millón y medio de adultos en alfabetización, primaria, secundaria y
capacitación no formal para el trabajo. Dentro de éstos, 481 mil fueron atendidos por el servicio de
alfabetización. En 1982 poco más de dos millones de adultos recibieron algún tipo de servicio educativo,
de los cuales 687,216 correspondieron a servicios de alfabetización ofrecidos por el INEA, las Misiones
Culturales y las Salas Populares de Lectura30. Esta última cifra representó el 10% de población mayor
de 15 años que según el censo de 1980 no sabían leer y escribir.
Uno de los proyectos más importantes del sexenio en materia de formación de maestros fue la
creación de la Universidad Pedagógica Nacional (UPN) en agosto de 1978. La UPN ofreció dos
especialidades y cinco licenciaturas, organizadas en un número de asignaturas que conforman un tronco
común, el cual es seguido por materias específicas para cada licenciatura31. Al iniciar sus actividades en
1979, la UPN matriculó 845 estudiantes en las licenciaturas, 441 en las especializaciones y, a través del
Sistema de Educación a Distancia, incorporó a cerca de 60 mil estudiantes de las licenciaturas que
venían operando en los estados del país, bajo la Dirección de Mejoramiento Profesional del Magisterio32
(Fuentes, 1980: 19-20; Noriega, 1985: 93-94).
En el Plan Nacional de Educación se incluyó un programa prioritario referido a la elevación de la
calidad de la educación normal, con metas precisas en cuanto a su crecimiento. En 1979 se formó el
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Consejo Nacional Consultivo de Educación Normal como máxima autoridad deliberativa. El Consejo se
orientó por establecer convenios con las entidades federativas para regular la inscripción de alumnos de
primer ingreso a las normales, en especial las particulares. En 1982 se realizó una Consulta Nacional
para analizar los proyectos elaborados por el Consejo Consultivo y sus implicaciones en el plan y los
programas de estudio. La consulta concluyó que no era conveniente iniciar la reforma a la normal en
septiembre de 1982 (Pescador, 1983).
La ampliación del nivel preescolar impactó el crecimiento de los estudios para formar profesores
de este nivel, los cuales se expandieron a un ritmo superior que en el sexenio anterior. Particularmente
las normales del sector privado triplicaron su matrícula, alcanzando en 1981 el 58% de la matrícula total.
Las normales estatales disminuyeron su participación en el total y las federales registraron un
crecimiento pequeño. El crecimiento de las normales primarias tuvo restricciones, pues se consideró que
existía sobreoferta de maestros para el nivel. Las normales federales y las particulares crecieron menos
que las estatales. Por su parte, las normales superiores, destinadas a formar maestros de secundaria,
triplicaron su alumnado. Las escuelas particulares pasaron de ocupar el 19% de la matrícula total en el
inicio del sexenio al 33% en 1982 (Noriega, 1985: 94-95)
f) La presidencia de Miguel de la Madrid, 1982-1988.
El Presidente Miguel de la Madrid inició su gobierno justo en el momento en que se desencadenó
una fuerte crisis económica. El gasto del gobierno, en especial el destinado a las áreas sociales sufrió
una drástica caída. Si en 1982 el gasto educativo público y privado había presentado el 5.5% del PIB,
en 1988 sólo representó el 3.5% de un producto también en contracción. La crisis afectó la demanda de
escolaridad en los sectores de menores ingresos y aumentó las probabilidades de abandono y
reprobación escolar. En esas condiciones, el sistema educativo mexicano interrumpió las tendencias
expansivas que lo habían caracterizado desde décadas anteriores.
En los primeros años del gobierno de Miguel de la Madrid la situación educativa en México
presentaba serios problemas: más del 27% de la población no tenía los mínimos educativos y se
calculaba que existían seis millones de analfabetos, 15 millones de personas mayores de 15 años que
no habían concluido la primaria y otros siete sin terminar secundaria. La eficiencia terminal de la primaria
se situaba en alrededor de 50% y existían 29 mil escuelas incompletas, de las cuales cerca de 24 mil
eran unitarias; la educación preescolar sólo cubría el 40% de la demanda de niños de cinco años.33
El gobierno de Miguel de la Madrid presentó en 1983 el Programa Nacional de Educación,
Recreación, Cultura y Deporte. Entre las políticas que se delinearon se encuentran ofrecer un año de
educación preescolar a todos los niños de cinco años de edad, descentralizar la educación y reformar
los estudios de normal.
Los antecedentes directos de la descentralización propuesta por el gobierno de Miguel de la Madrid
fueron las medidas de desconcentración administrativa desarrolladas en la administración anterior, las
cuales habían permitido mayor coordinación en la administración local y habían hecho más fluidos los
procesos de decisión. En 1984, el Poder Ejecutivo Federal expidió un decreto para establecer acuerdos
de coordinación entre el gobierno federal y los gobiernos estatales, los cuales implicaron la creación de
consejos estatales de educación con representación de las autoridades federales, estatales y del
Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), y el establecimiento de direcciones
generales de servicios coordinados en cada entidad, órganos de coordinación de las dependencias
educativas ya existentes.
En 1983 la matrícula total conservó un crecimiento superior al del grupo demográfico en edad
escolar. Todavía hasta 1986 la matrícula presentó un pequeño crecimiento, pero entre 1986 y 1987 sufrió
un leve descenso absoluto. En el sexenio la matrícula creció 8.4%, porcentaje muy bajo comparado con
el 41.4% del sexenio anterior (cuadro 2.2.10).
La enseñanza preescolar perdió el impulso que había recibido a partir de los últimos años de la
década setenta. En 1982 el crecimiento con respecto al año anterior fue de 22.9%, mientras que entre
1987 y 1988 sólo creció 3.1%.
La primaria, por su parte, fue el nivel educativo más afectado, con una reducción neta de 566,559
estudiantes. El primer ingreso disminuyó, en parte, por el abatimiento del rezago, la normalización de la
edad de ingreso a la escuela y la baja expansión demográfica (Fuentes, 1988: 54). Al mismo tiempo, el
egreso también decayó, en gran medida debido al impacto de la crisis económica en sectores pobres
de la población y a factores internos del sistema educativo, como la reprobación.
OEI - Sistemas Educativos Nacionales - México 20
La educación secundaria perdió dinamismo hasta llegar al estancamiento en 1988. Esto obedeció
a la reducción de la cantidad de egresados de primaria y a que un número cada vez mayor de éstos
interrumpió sus estudios.
La educación media superior disminuyó sus ritmos de crecimiento. En este sexenio la matrícula
creció 34.9% (cuadro 2.2.10). El crecimiento del primer ingreso también disminuyó: en 1981 el 86.6%
de los egresados de secundaria se matriculaba en el bachillerato en la profesional media, pero en 1988
sólo lo hicieron el 76.2%34.
Al finalizar el sexenio de Miguel de la Madrid, la matrícula de educación superior alcanzó poco más
de un millón de estudiantes, un crecimiento de 23% en relación con 1982 (cuadro 2.2.10). El crecimiento
del primer ingreso avanzó a un ritmo lento, registrando incluso un decrecimiento absoluto en 1986. Este
comportamiento fue desigual en los distintos subsistemas de educación superior. Mientras que la UNAM
y el IPN estabilizaron su crecimiento, las instituciones tecnológicas federales y los establecimientos
privados conservaron sus posibilidades de expansión. A diferencia de su reducida participación en otros
niveles educativos, el sector privado absorbió más de un tercio del crecimiento de la educación superior
experimentado desde 1982 (Fuentes, 1989: 14) y aumentó su participación porcentual en la matrícula
total del nivel.
En 1984 se le otorgó el carácter académico de licenciatura a los estudios de normal y se requirió
a los aspirantes a ingresar en esta modalidad educativa tener estudios concluidos de bachillerato. Esta
reforma afectó la matrícula que disminuyó rápidamente. La elevación de los requisitos de ingreso y las
bajas percepciones salariales del magisterio fueron factores que desestimularon la demanda y que, al
combinarse con altas tasas de abandono de la profesión y con la baja incorporación al empleo de nuevos
maestros, generaron un déficit en la disponibilidad de maestros.
CUADRO 2.2.10
Crecimiento porcentual de la matricula por sexenios. 1952-1988.
Preescolar Primaria Secundaria Media Sup. Superior Total
1952-58 51,48 38,65 103,13 43,79 -14,25 40,08
1958-64 58,28 50,90 180,54 170,30 315,23 58,16
1964-70 31,00 34,00 149,86 86,07 87,10 42,15
1970-76 51,93 31,48 94,91 187,97 156,10 45,08
1976-82 178,14 26,58 69,85 73,07 54,14 41,40
1982-88 57,81 -3,72 21,54 34,85 22,95 8,35
Fuente: INEGI (1990), Salinas (1993a)
Notas
1 Sobre las características comunes y las diferencias entre las culturas mesoamericanas, así como las fuentes históricas
disponibles, consúltense las consideraciones de López (1985: 21) y de Escalante (1985: 16).
2 Forma de organización social de los grupos emparentados, «unidos por vecindad, profesión, templo y dios protector común, que
tenía dirigentes para asuntos internos y que pagaba en conjunto sus tributos en trabajos comunales y en la participación en la guerra»
(López, 1985: 24). Usualmente se emplea el término «barrio» para traducir calpulli.
3 No parece haber existido una separación total entre plebeyos destinados al telpochcalli y nobles al calmécac, pero pocos plebeyos
ingresaban a este último (López, 1985: 28)
4 Entre las medidas más importantes de la reforma de 1833, se pueden señalar: la creación de la Dirección General de Instrucción
Pública para el Distrito y territorios federales; la declaración de que la educación sería libre, pero sujeta a las disposiciones del
gobierno nacional; la sustracción de la enseñanza de las manos del clero; el fomento a la instrucción elemental para hombres y
mujeres y para niños y adultos; y la promulgación de la fundación de escuelas normales para preparar maestros. También se
adoptaron medidas sobre planes y programas de las escuelas y sobre disciplina escolar. La Universidad fue suprimida «por haberse
convertido en reducto de la reacción y centro de formación de grupos privilegiados» (Bolaños, 1981: 20-21)
5 Véase al respecto el pormenorizado estudio del positivismo realizado por Zea (1943).
6 Otras leyes y decretos posteriores (1869 y 1874) también suprimieron la enseñanza religiosa y las prácticas de cualquier culto en
los establecimientos públicos. (Vázquez, 1992: 98-102).
7 La autora del texto del que provienen estas cifras advierte que «las estadísticas que nos quedan, aunque malas, nos pueden dar
de todas formas una idea» de la multiplicación de escuelas (Vázquez, 1992, p.99)
8 En la época de Juárez el municipio fue el «principal propulsor» de la educación porque, entre otras cosas, las dinámicas regionales
no podían ser controladas desde el centro (Martínez, 1992: 107-113)
OEI - Sistemas Educativos Nacionales - México 21
9 En 1891, poco después del Segundo Congreso, se aprobó una ley reglamentaria de la educación elemental que además de la
gratuidad, la laicidad y la obligatoriedad de la enseñanza elemental en el D.F. y territorios federales, establecía disposiciones sobre
la edad escolar, las materias y sus programas de estudio, los deberes de los padres, las penas a los infractores y la creación del
consejo de vigilancia. La educación primaria quedó dividida en elemental y superior y se creó el Consejo Superior de Educación
Pública. Sobre los Congresos de Instrucción véanse: Martínez (1992: 116-122) y Moreno (1982: 41-82).
10 Acerca de las ideas pedagógicas del periodo consúltese la antología de Bazant (1985).
11 La «federalización» fue un proceso en el cual el gobierno federal asumió la coordinación y operación del sistema en los estados,
en el inicio en forma parcial y, posteriormente, casi total. Ese proceso no anuló la posibilidad legal de que estados y municipios
contaran con servicios educativos. Meneses (1988: 209-211, 240) relata en detalle la «federalización».
12 1917-1930: Michoacán, Yucatán, San Luis Potosí y Guadalajara. 1930-1948: Nuevo León, Puebla, Sonora, Sinaloa, Guanajuato,
Colima y Veracruz (Rangel, 1983: 14)
13 El dato de profesores fue tomado de Sotelo (1981: 303).
14 Los datos de profesores aparecen en Sotelo (1981: 303). Esos datos, a su vez, fueron tomados de 50 Años de Revolución
Mexicana en Cifras. México, 1963, Nacional Financiera, p.176.
15 Debemos considerar cautelosamente las relaciones entre la matrícula y los grupos de edad empleados en este trabajo, pues una
importante proporción de los alumnos en los diferentes niveles están abajo o arriba de los grupos de edad que suelen emplearse
para determinar las tasas brutas de escolarización. Las relaciones aquí expuestas deberán considerarse, por lo tanto, sólo en forma
indicativa.
16 Al respecto se puede consultar para los años cincuenta y sesenta el trabajo de Muñoz (1973), para la década setenta los estudios
de Fuentes (1979) y de la COPLAMAR (1989), y para la década ochenta el texto de Fuentes (1992).
17 En lo que respecta a la educación superior, en 1960 más de dos tercios de la matrícula nacional se concentraba en el Distrito
Federal, sobre todo en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y en el Instituto Politécnico Nacional (IPN), y en cuatro
entidades del país no existían instituciones de este nivel (Baja California Sur, Quintana Roo, Chiapas y Aguascalientes). A nivel
nacional, sólo el 2.7% de la población de 20 a 24 años de edad asistía a las instituciones superiores. La matrícula del D.F. concentraba
al 1.8% del total nacional de la población en ese grupo de edad, seguido por Nuevo León, con el 0.26% (Kent, 1992: 15-16).
18 De acuerdo con la propuesta de Kent (1992: 15-16), en los estados con sistemas educativos superiores grandes, parece haberse
llegado a un cierto «límite social» en la absorción del grupo de edad en condiciones de acceder a los estudios superiores.
19 En 1984, la educación normal exigió el bachillerato a los alumnos de primer ingreso y pasó a ser de nivel superior.
20 La inexactitud de los datos con los que el Plan fue formulado y el crecimiento de la fecundidad más allá de lo estimado, llevaron
a sobrevalorar las posibilidades de cumplir las metas trazadas.
21 Sobre la polémica pueden consultarse los trabajos de Caballero (1981), Villa Lever (1988) y Loaeza (1988).
22 La preparatoria es una extendida modalidad de estudios preuniversitarios de dos o tres años de duración. En México se le llama
también «bachillerato» y se le incluye en el nivel genéricamente llamado «medio superior».
23 La filosofía educativa del gobierno se puede resumir así: educar para el cambio y la conciencia crítica; desarollar las actitudes
científicas de observación, análisis, interrelación e inducción; desarrollar valores como pluralismo ideológico, capacidad de diálogo,
autonomía de pensamiento, solidaridad social y participación.
24 Durante el sexenio de Luis Echeverría se crearon 122 CECYT, 76 CETA y 6 centros de estudios en ciencias y tecnología del mar
(Noriega, 1985: 65).
25 En 1982, sólo el 40% de los niños de cinco años y el 30% de cuatro años estaban inscritos en preescolar (Noriega, 1985: 81).
26 Datos de Memorias 1967-1982, SEP, México, 1982, p.58, citado por Noriega (1985: 82).
27 Los datos sobre escuelas completas, atención en localidades, efciencia terminal y atención en cursos comunitarios son de Noriega
(1985: 83).
28 En Chiapas sólo el 25% de los niños inscritos en 1976-77 egresó seis años después. En contraste, el 71% de los niños inscritos
en Nuevo León concluyó sus estudios (Noriega, 1985: 83).
29 Se emplearon datos de 1983 debido a que en las estadísticas oficales sólo a partir de ese año aparecen cifras desagregadas por
cada tipo de escuelas medias profesionales.
30 Datos de Salinas (1993a).
31 Las licenciaturas fueron: Psicología educativa, Sociología de la educación, Administración escolar, Pedagogía experimental y
Educación básica; y las especialidades fueron: Administración escolar y en Planeación educativa.
32 Alrededor de un tercio de los inscritos en licenciatura en la unidad central fueron egresados de bachilleratos y casi la totalidad de
los inscritos en las especializaciones provinieron de las normales. La planta docente se integró con una importante porción de
profesores de diversas instituciones universitarias y de postgraduados en el país y en el exterior (Fuentes, 1980: 19-20).
33 Poder Ejecutivo Federal (1984) y De la Madrid (1983).
34 De cada mil jóvenes que egresaron de la secundaria, 696 se matricularon en el bachillerato, 170 en la profesional media y 134
dejaban de estudiar. En 1988 sólo 582 continuaron el bachillerato, 180 la profesional media y 238 no se inscribieron en el nivel medio
superior (Fuentes, 1988: 55).

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